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Kosh

EL SUEÑO DE LAS CUMBRES

-Y me siento a descansar, mientras la tarde golpea a la luz, hasta hacer sangrar un anochecer.
La vida me abre sus puertas, y alimenta a los hombres al crecer. La plenitud es arrasante, infinita, como un modesto milagro que se arrodilla a mis pies. Y me siento tan cerca de Dios, aún en estos tiempos, donde creemos tener el puñado necesario de respuestas para subsistir sin tener que soñar.
La nieve cubría todos los picos que se extendían hasta el horizonte, como arrugas sobre un mantel. Mas abajo, una espesa niebla pisaba los desolados valles, ocultándolos de mis ojos.
Soñaba con ser un cóndor. Esa tarde había visto uno, volaba en círculos mientras observaba el sol caer como si pudiera alcanzarlo con su mirada. No le importaba mi presencia, era parte de las montañas, de la armonía natural, de lo perfecto. Yo solo pertenecía a los señores del mundo, lo imperfecto, y estaba allí para aprender de él.
Las cumbres; el lugar desde donde los dioses se sientan a observar la humanidad; estirando los brazos podía abrazarlas, podía abrazar al mundo entero.
No existe más que un universo ficticio. El viento golpea mi rostro, lastimándome la piel, pero no es suficiente para quitarme el placer de estar allí. Hace frío, tengo las manos heladas, mis rodillas tiemblan, pero nada es capaz de perturbar este momento.
Un conjunto heterogéneo de sensaciones, casi indescriptibles, atraviesa, como una lanza, mi cuerpo y mente. Emoción, tristeza, pasión, temor, se entrelazan derivando en un confuso estado de plenitud inalcanzable.
La oscuridad es un juego en el cuál solo las estrellas participan, y la luna hace de juez. La noche, pintada en el cielo, es el campo de juego. Una corteza infinita que ríe del espacio y es indiferente al tiempo. Se burla de los hombres, jugando con lo cercano y lo lejano, demostrando, a pesar de nuestra soberbia, lo poco que representamos en el universo. Las constelaciones dan pie a la imaginación para dibujar figuras, uniéndolas con líneas imaginarias, y creando objetos, hombres, reyes, dioses y todo lo que necesitemos ver. Planetas coloridos, soles inalcanzables, mundos mágicos, soñando con una vida mejor. Galaxias lejanas, misterios que obligan a mirar, que no te permiten escapar, ceder ni negar. Escuchamos el silencio de un creador callado, porque no necesita palabras. Las estrellas reflejan su obra, a veces odiada, a veces amada, pero nunca comprendida. Olvidado, desprestigiado y negado por los hombres. Y siempre unido por un invisible y débil cordón, la fe. Difiere del conocer en un sector de oscuridad, la duda. Esa parte que depende de nosotros, que debemos aportar, que nos hace libres. Creer, sin lógica, sin pruebas porque no las hay, solo creer. De otra forma lo llamaríamos conocer, entonces no habría desafío, no habría elección, y perderíamos la libertad, esa debilidad que nos hace hombres.
Conocemos lo que sabemos, creemos en lo que no podemos conocer, y nos podemos equivocar, siempre. Para eso estamos.
Pero queremos saber, conocer, tenerlo todo, ahora, y sin esfuerzo. Además, queremos ser libres, elegir, sin contradicciones que nos compliquen la existencia, y peor aún, sin morir de por medio.
Siendo relativos buscamos lo absoluto, pero sin convertirnos en parte de ello, para no perder la esencia.
Descanso mirando las estrellas sobre un valle nevado que se abre paso en la inmensidad. No hay pájaros nocturnos, no hay luces artificiales. Solo el cielo y yo. La luna, las estrellas y Dios. Mañana será otro día. Ese es el tiempo. Medida del cambio que nos da este universo a todos aquellos que sufrimos el castigo de ser relativos, a todos aquellos que vivimos del cambio.
¿Es su obra, o es mera casualidad?. ¿Como podemos existir por casualidad, ser una simple coincidencia en un universo de leyes físicas, sin creador?. Entonces, la evolución, que nos dio ojos para ver, oídos para escuchar, voz para hablar y enseñar, e inteligencia para intentar comprender, ¿para que nos dio fe?.
Y si no podemos obtener la plena felicidad, al menos conozcamos el límite de lo que podemos poseer, sin dejar de creer que la plenitud existe, aunque no la podamos conocer, solo a través de la fe. Ser incompleto, buscando, inútilmente y en su compleja naturaleza, completarse. Ser incapaz de abarcar la eternidad, el infinito, un límite o la oscuridad. Pero, y con más razón, ser con derechos, y uno de ellos es creer.
La brisa desciende de los picos más altos, y ahora se detiene a observar la soledad. A mi lado, un espíritu se sienta a descansar. Y no es mentira, porque cuando estoy solo, estoy en mi mundo y todo lo que quiera puede pasar. Le pediría que me ayude a estrangular al tiempo para detenerlo, pero yo también estoy cansado, cansado para pensar. Las estrellas iluminan la nieve y mi alrededor. Después de todo, soy algo. Podría ser otras cosas, pero no necesito ser nada más.
Me mira como si fuese un arbusto más, que lucha por sobrevivir en aquella cruel ladera, que parece odiar la vida sobre su lomo, y utiliza al viento y el frío para deshacerse de ella. Me mira como si fuese fuego. Esas llamas que cautivan le atención de cualquier mortal. Me mira como si la oscuridad brillara. Respondo a sus ojos con los míos. Lo miro como las flores ven la primavera, como la piedra ve al castillo, como la gota ve al océano. Sabe lo que pienso, puedo percibirlo y no me importa. Es tarde, tal vez ya nada me importa. Se lo que me va a decir, no lo culpo;

-No busques lo que brilla
busca lo que vale
y hazlo brillar-.

No tenía porque ser un poeta ni un farsante. Su ventaja es no ser hombre. Me defiendo como un niño, atacando sin razón. Es parte del valle, con ese privilegio es fácil hablar.
No hay nubes, solo estrellas que caminan. Los pinceles que utiliza mi imaginación para dibujar las figuras en una hoja oscura como el espacio.
También podría volar, estirar mis brazos, se harían alas como las del cóndor, y así cruzar las montañas, los valles, las rutas naturales que nos hacen, día a día, crecer. Pero me quedo en la tierra, para vivir mejor.

-Perfecciona tus virtudes
acóplalas a tus deseos
y salí a volar-.

-Tan fácil como quedarse en casa, sin arriesgar-, le respondo.
Enojado, el espíritu se aleja. Sin alejarse, se aleja. Dice que estoy perdido, que no quiero soñar. -Sin sueños no existiría el mundo, y sin mundo no hay razón para que yo esté acá- dijo mientras desaparecía. Soñar puede ser tan hermoso que nos pone tristes, porque sabemos que alguna vez vamos a tener que volver a la realidad, y la verdad va a ser una noche estrellada, y nada mas. Esos son los sueños, agujeros en la noche, una perversa pasión, imposible de alcanzar.
Mas abajo, un río susurra su presencia mientras recorre su cauce. Y el agua llegará al mar volviendo a empezar, lo podemos sentir. Tan malo como un bien. Y como todas las criaturas de Dios, prometo hacer todo mejor, bajo la luz de la noche y por todo lo que veo.
Una estrella fugaz desvía mis ojos tomando las riendas de mi atención, deseo descubrir que es, como funciona y porque. No robamos lo que no sabemos, porque no sabemos donde está.
Nos sentimos frágiles, y volvemos al mundo.
-Y me siento a descansar, mientras la noche golpea a la oscuridad, hasta hacer sangrar un amanecer.

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