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SEXTO HIJO DE UN SEXTO HIJO

LOS EFECTOS DE HOY

Se hacía llamar la “Logia ocultista del inicio del nuevo mundo”, una especie de secta que creía en la fuerza oculta de la angustia vital, es decir del sufrimiento, en contraposición a la energía vital que produce el bien del alma. Básicamente creían en que, al igual que existe un Dios bueno, que premia por las obras buenas en esta vida, también existirá un diablo, o Dios del mal, el cuál premiaría a sus súbditos si estos logran realizar obras para que triunfe el mal. Con esta simple premisa la logia comenzó a investigar la forma de engendrar un demonio en la piel de un ser humano. La investigación derivó en la leyenda del sexto hijo de un sexto hijo, el cual debía ser desenterrado de un cementerio y mediante un ritual sería invocado un espíritu maligno para habitar el cuerpo y renacer como el símbolo del mal.

Al igual que el Séptimo hijo de un séptimo hijo, vendrá para derrotar al bien, pero también será tentado por el bien y sumarse al Dios del cielo y sus obras.

EL MAL

La noche gris infundía temor en el aire del cementerio, pero el grupo que se adentraba entre las antiguas losas y estatuas derruidas por el tiempo y la humedad no concebía temores ni miedos en sus almas. Llegaron a las puertas de un mausoleo gótico, franqueado por dos imágenes inertes de dos soldados de piedra, protectores de la tumba. Mediante una palanca de hierro lograron romper la vieja puerta de madera para pasar al interior del recinto. El aire estancado apenas conseguía hacer temblar a la llama de la antorcha que encendieron. Llegaron al pie de la cripta principal, donde descansaba un gran ataúd de roca y reconocieron el escudo del sexto hijo del sexto hijo tallado en la tapa. Empujaron la pesada losa hasta hacerla caer y quebrarse a un lado, dejando a la vista el esqueleto polvoriento de un hombre de mediana edad que habría sido un mariscal alemán muerto en combate contra los rusos.

Encendieron seis velas forjadas con cera y sangre, y dejaron que se derritan sobre los huesos putrefactos del cuerpo sin vida mientras uno de los individuos abría un antiguo manuscrito y pronunciaba unas extrañas palabras de invocación que se repetían con ecos sobre las paredes del mausoleo.

LA BATALLA FINAL

Estaba caminando solo por el desierto, sin saber porque había nacido, o renacido, ya que en alguna parte de su mente sabía que ya había vivido otra vida, y que ahora estaba nuevamente vivo y perdido entre las tierras áridas de un paisaje desolado. Por momentos recobraba la memoria y entonces las imágenes invadían su mente. Recordaba haber despertado en un lugar oscuro, rodeado de velas y de miradas que lo observaban asombrados y expectantes. Eran ojos llenos de codicia, como quién ha logrado lo que buscaba y se siente poderoso. Recordaba luego la sangre, el no poder controlar sus movimientos, por último recodaba haber corrido mucho, por caminos, campos y bosques, hasta que por fin cayó la lluvia que limpió su piel, entonces cayó al piso y durmió. Ahora estaba otra vez en pie, perdido entre la desolación y sin saber poder comprender su esencia.

Vagaría durante muchos años, sin saber sobre su poder oculto, sin conocer que sería capaz de destruir o construir un mundo entero si lo deseara, pero en cambio mendigaría por los pueblos y las calles, comería los animales muertos que encontraría, y desperdiciaría su poder para el mal, o para el bien.

La policía encontraría los cuerpos desparramados por todo el cementerio, como si una jauría salvaje los habría atacado. Y nunca encontrarían al culpable.

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