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Kosh

UNA PRUEBA DE VALOR

Hacía Frío y subió el cierre de su campera de aviador. Todos los Viernes lo mismo, cena en Mc Donalds y luego sentarse en el pasto de plaza Francia a comentar dos y tres horas los hechos mas destacados de la semana, o incluso recordar los hechos del último campamentos. También se hablaba de fútbol, música y hasta video juegos. Miraban pasar con ojos burlones a los viejos, haciéndose pasar por jóvenes por los pubs de Junín de la mano de llamativas rubias de recoleta hasta las tres de la mañana y luego cada cuál a su casa a dormir. Esos eran los Viernes y la vida de aquel grupo de chicos que cursaban séptimo grado del normal 1, o la Ayacucho Band, como ellos solían llamarse, y dejaban pintado en algunas paredes del barrio para que los forasteros reconozcan a los de Vicente Lopez y Ayachucho.
Era parte del grupo y por nada del mundo perdía una de aquellas interesantes sesiones. A pesar de insistir en llamarse Pablo sus amigos parecían haberse comprometido a dirigirse a él a través de “Scary”, haciendo referencia a una comedia que satirizaba las películas de terror. Era un apodo que habría adjudicado un maldito día que alguien tuvo la magnífica idea de cortar la energía de la escuela y reaccionó con un absurdo grito. Durante un largo tiempo se preguntó que sector de su garganta pudo producir tan asqueroso y femenino alarido, pero ya era tarde y sus compañeros habían descubierto el defecto, que se esfuerzan en encontrar en cada uno, para utilizarlo luego en su contra.
Odiaba mucho aquella denominación, o al menos lo suficiente como para demostrar a toda costa que no era merecedor de la misma. Su abuelo le había dicho; los hechos valen más que mil palabras, y eso era justamente lo que quería hacer, probar su valentía con un hecho. Tal vez se le encendió demasiado la lamparita, pero ya no se echaría atrás, no esta vez. Prometió frente a sus amigos que esa noche entraría solo al cementerio de la recoleta y, para demostrarles que no era ningún miedoso saldría con un ramo de flores en la mano. Estos se impresionaron con sus palabras y eso, sobre todas las cosas, fue lo que mas le gustó.
Aunque pareciera una cosas simple, mantener una posición de respeto en el grupo era muy importante para todos. El la había perdido y hoy podía recuperarla, sin importar el costo.
Se dirigieron a la calle Azcuenaga, donde se encontraba una pequeña abertura por la que alguna vez alguien dijo haber pasado (aunque nunca se supo quien ni cuando) y con ayuda de la espalda de Gastón, el único que le preguntó si estaba seguro de lo que hacía, logro alcanzarla y desapareció por la misma.
Todo estaba demasiado oscuro, de fondo se escuchaba música de los pubs, pero esto no era un factor de tranquilidad.
Caminó lentamente por un estrecho corredor. Hecho una fugaz mirada al lugar, la cuál solo logro asegurarle que tan arrepentido se sentía de lo que estaba haciendo. Las sombras de los faroles lejanos describían tenebrosas figuras sobre las bóvedas donde descansaban los muertos. La luna no podía esquivar las nubes, que pasaban impulsadas por el viento, una a una, cubriendo su blanca luz. Intentó ver el fondo del pasillo por el que caminaba, como para tener una referencia al menos, entonces vio una figura, como un ángel, parado hacia al fondo. Su corazón pareció explotarle, sintió un frío en todo el cuerpo, como si una barra de hielo recorriese sus venas. Pensó de inmediato que se trataría de un ángel demoníaco, que custodiaba alguna alma malvada que no había ido aún al infierno, la cuidaría de los intrusos, como él y seguramente al verlos los mataría y los llevaría también al infierno. Sus piernas tambalearon pero no llegaron a reaccionar. Aunque, al agudizar su vista en aquella oscura zona, pudo ver que el blanco de la piel del ángel en realidad era mas bien un gris opaco, y sus ojos y su cuerpo eran de piedra. Al acercarse, ya mas seguro, un poco mas, pudo comprobar que era solo una estatua.
Su imaginación, como la de todo chico, era un repertorio de escenas de películas terroríficas, y su subconsciente había puesto en marcha a máxima potencia los engranajes que la hacían funcionar.
Decidió adentrarse por un pasillo lateral, apenas recordando cuál era su misión. Buscó en algunas de las puertas de las bóvedas ramos de flores. Miró, sin la mas mínima intención de hacerlo, en el interior de una tumba y su mente invitó a los habitantes de ésta a levantarse a saludarlo. Retrocedió aterrorizado, dio media vuelta y una sombra decidió disfrazarse de cadáver en estado de putrefacción. Corrió sin dirección pero alejándose de ésta. Uno de los numerosos gatos, que combaten diariamente con las ratas en el lugar, huyó alarmado por el disturbio y Pablo creyó, al verlo moverse, que se trataba de el un malvado espíritu que había resucitado para cobrar venganza de su injusta muerte. Su sistema nervioso comenzó a recibir tanta sangre como un vampiro al vaciar a su víctima.
Entonces sintió como alguien, y esta vez supo no era su imaginación, lo agarraba con fuerza del hombro izquierdo. Aquello que lo había tomado de la espalda fue más que él.
A la mañana siguiente lo encontraron blanco, sin vida en un rincón de uno de los pasillos laterales. El médico de emergencias explicaría que el corazón, por mas joven que fuese, había sufrido un fuerte sobresalto, lo cuál produjo su brutal detención. Sin ayuda no pudo reanimarse.
No estaba herido, ni se observaban señales de lucha. Había muerto solo. Su campera aún permanecía allí, enganchada en una de las rejas que sobresalían de un mausoleo.

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