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Kosh

EL TRES DE ESPADAS

Salió la carta que nadie quería, era el tres de espadas, esa destinada a quién debía luchar por todos los demás. Luego el resto de las cartas volaron por la ventana para terminar en el mar. Quedó solo de pie, dando la espalda al fuego de la chimenea y mirando la noche por la ventana. El mar estaba desierto, como siempre. La luna desparramaba su tierna blancura por la superficie irregular. No podía dejar de pensar en su destino, en lo escrito, en el temor de enfrentarse a su carta. Eran tres espadas cruzadas, tres símbolos de lo que nadie puede imaginar. Fue demasiado, prefirió saltar al vacío y destruir su cuerpo mortal en los acantilados. Era un final cobarde pero sensato, suave y simple, sin demasiado dolor, al menos no más que el necesario. Su caída no hizo más ruido que el de las mismas olas al romperse entre las piedras. El castillo se veía igual que antes, pero esta vez sin aquel que debía enfrentar al tres de espadas.

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