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Kosh

EL DESPERTADOR INCOMPLETO

Me desperté a las 7:30 como todas las mañanas, aunque esta vez fue distinto. El nuevo despertador que me había comprado en aquella feria de antigüedades sonó como los mil demonios y pegué un salto literal de la cama para terminar sentado en ella con los pies en el piso. El extraño anciano que me había vendido aquel infernal aparato me había advertido que su timbre era muy alto, pero además me había advertido que tenía el poder de abrirse camino entre la línea que divide al ser despierto del ser dormido. Recordé entonces que estaba soñando que era un soldado normando que combatía en la guerra contra las Galias. Mis dioses eran otros, mis costumbres y mi forma de vida también.
Busqué mis zapatos de andar dentro de casa e intenté ponérmelos, sin embargo noté que me quedaban pequeños. No podía haber crecido mi pie en una noche, sin embargo me ajustaban tanto que debí quitármelos. Me puse luego la bata y noté que me quedaba corta. Fue entonces que me puse de pie y en el espejo detrás de la puerta vi a aquel extraño de pie junto a la cama. Mi corazón se detuvo del susto, al principio por creer que había alguien en mi habitación y luego cuando descubrí que ese alguien era yo, pero que no era yo. Moví mi brazo y el hombre del espejo también lo movió, hice unas muecas ridículas y aquel ser también las copio, por fin me toque el rostro y descubrí que ese del espejo era, de algún modo, yo mismo. Traté de decir algo, pero me oí a mi mismo hablando otro idioma, el cuál comprendía pero que nunca antes había hablado.
– Soy el guerrero de mis sueños – razoné si es que algo así se puede razonar. De inmediato, un impulso me llevó a querer salir de esa habitación, de correr, de huir, pero al pasar por la puerta apenas llegué a descubrir que era mucho más alto cuando el marco golpeó contra mi frente, cayendo hacia atrás. Mi cuerpo aterrizó pesadamente y mi perdí el conocimiento. No se cuanto tiempo pasó hasta que de pronto oí el horrible despertador que volvía retumbar en mis tímpanos. Había estado soñando que era yo mismo quién se despertaba y al abrir los ojos de inmediato creí que lo del guerrero normando había sido solo una pesadilla, pero mi cuerpo no estaba en la cama, sino debajo del marco de la puerta, mi frente me dolía mucho y tenía la bata puesta. Me arrastré hasta el despertador para detenerlo y luego giré para ver mi habitación en penumbras y mi cuerpo original reflejado en el espejo. Suspiré tranquilo, luego me levanté, fui a la cocina y tiré el despertador a la basura.

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