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EL DECORADO - 2º PARTE: ODIANDO AL AUTOR

Había pasado ya la medianoche cuando, vestido de negro y con una linterna, cruzó la calle hasta cubrirse debajo del portal del edificio de decorado. Volvió a echar un vistazo para ambos extremos de la calle, comprobando que no había alma viva sobre su asfalto, y luego giró el picaporte, esperando que la puerta cediera. Y así fue: con un leve chillido a falta de aceite, que intentó reducir al mínimo, la puerta se inclinó hacia adentro, y lo hizo el espacio exacto para que su cuerpo de perfil pudiese entrar, luego cerró la puerta con el mismo cuidado y recién entonces se dio la vuelta para descubrir que se ocultaba detrás de esas paredes de decorado.
Fue impresionante, sus ojos no podían creer lo que veían, su cuerpo quedó inmóvil, paralizado por la sorpresa, y es que aunque había barajado e imaginado muchas posibilidades sobre lo que encontraría dentro de aquel edificio, jamás imagino que vería algo como lo que estaba viendo. Dejó pasar unos segundos antes de terminar de digerir la realidad, pensó todas las posibilidades de que aquello no fuera lo que era, pero ninguna tenía sentido, entonces llegó a la conclusión de que no era ni un sueño ni una extraña visión, estaba viviendo la realidad. Era lo más asombroso que había contemplado en toda su existencia, y de pronto todo se aclaró en su mente, todo el misterio se justificó, aquel secreto tenía una razón para existir, una razón que él había desvelado.
Pero por otra parte descubrió que era tarde para huir, que no podría retroceder ni dejar atrás aquel lugar, supo que nunca nadie conocería el secreto, o que al menos él no podría revelarlo, su destino estaba echado, y no había vuelta atrás.
Cerró los ojos, sin arrepentirse de nada, sin temor ni pena, y se dejó llevar por el inevitable desenlace. Y así fue como desapareció, y como nunca nadie jamás supo ni sabrá que esconde aquel edificio.

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