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EL SUEÑO DEL ESPIRITU (I PARTE)

Esperaba, luego de media vida dedicada al espiritismo y ahora que se había muerto su esposo, poder contactarse con su espíritu.
Su difunto marido había muerto a los ochenta y cinco años, víctima de un cáncer que le quitó en tres años y medio la vida. En vida había sido un abogado, algo aburrido y con poco interés por el extravagante hobby de su esposa. Era una buena persona que había pasado por este mundo sin dejar grandes huellas, más bien pasando desapercibido como uno más de la gran masa que forma la sociedad. Entre sus pocas aficiones sobresalía el turismo, cada verano, casi sin excepción, hacían un viaje a algún lugar, preferiblemente histórico. Preferían visitar ruinas y otros monumentos de antiguas civilizaciones antes que playas y sitios de descanso.
Colocó la esfera de cristal en el centro de la mesa y comenzó el meticuloso ritual para invocar a las almas que se encontrasen cerca. Ella sabía que los espíritus solían frecuentar los lugares en los que más tiempo habían estado en vida, y aquella biblioteca era el lugar de trabajo en el que su marido pasaba casi ocho horas al día, por tanto si había algún alma vagando por aquellas paredes, sería la suya.
La bola comenzó lentamente a tornarse en colores brillantes, como si una energía vacilante emitiera luz desde sus entrañas, proyectando reflejos fantasmagóricos sobre las paredes repletas de viejos ejemplares de derecho. Las velas se apagaron por una fría ráfaga de viento que se hizo de la nada, y entonces ella supo que no estaba sola, que algo más flotaba en el ambiente, rodeándola con un aliento frío y seco.

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