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QUIEN TIENE EL PODER

Fue algo curioso, yo estaba sentado en un banco junto a un anciano cuando un chico llorando se acercó al viejo llamándolo abuelo. Luego, le dijo entre lágrimas, señalando hacia uno de los niños de un grupo que jugaban en la plaza, que aquel lo había golpeado.
- ¿Que debo hacer? – respondió cambiando el llanto por un brote repentino de odio.
El abuelo lo tomo en brazos y lo sentó sobre su pierna. El niño se sintió cómodo, como si esperase oír las palabras de alguien a quién se admira.
- Hay varias formas de responder cuando nos golpean – comenzó a explicar en tono didáctico, - la primera es poner la otra mejilla, pero solo una persona con demasiada grandeza y con verdadera fe podría responder de esa manera. Por eso para los hombres comunes existe una segunda manera de reaccionar, y es prepararse para el siguiente golpe y cuando lo intente agarrar sus manos y atárselas para que no nos golpee nunca más. También se puede incluso reaccionar sin esperar otro posible golpe, aludiendo que si ya nos ha golpeado no hay porque esperar a que vuelva a hacerlo, entonces tomar sus manos y atárselas de inmediato. Existe una tercera manera de reaccionar y es matar al que nos golpeo, y matar también a su familia y a sus hijos para que no se atrevan a vengarse, y matar a todos sus conocidos por si acaso y si alguien dice algo responderle que fue defensa propia. Este tercer método es útil también si queremos deshacernos de alguien, se lo puede provocar hasta que pierda la paciencia y nos golpee, incluso para quedarnos con sus pertenencias y hasta sus tierras. El inconveniente de este último método es que si queda alguno vivo es probable que intente hacer lo mismo con nosotros, lo llamaremos entonces terrorista pero ese nombre seguramente no le hará cambiar de parecer, querrá matarnos igual.
En nosotros esta saber cual es la manera correcta. Lo has comprendido – concluyó.
El niño asintió aunque estaba claro que no había comprendido, en cambio yo, que por alguna razón era el verdadero destinatario del mensaje, creo que sí lo comprendí. Lo que nunca pude saber es como sabía en que estaba yo pensando cuando le habló a su nieto.
- Pues ve y sigue jugando – le dijo y lo bajó.
El niño corrió hacia el grupo de chicos y yo me puse de pie y me fui tras él sin mirar atrás.

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