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Kosh

EL ARBOL DE LA AMISTAD

Hace ya varios días que estamos en el mismo lugar, no es posible avanzar, al menos sin ser masacrados en los primeros veinte metros, y aunque eso nunca fue un impedimento para el alto rango, en esta ocasión nadie ha enviado ordenes para hacerlo.
Hoy me toca estar de vigía. Es difícil atreverse a observar por la mirilla entre los sacos de arena que cubren la trinchera, pero al hacerlo durante varias horas el miedo se derrite. A veces pienso en como puedo seguir sintiendo miedo, pero realmente siempre se sigue sintiendo.
Durante el último avance quise morir, que acabase todo de una vez, al menos cuando vi que mis compañeros caían uno a uno a mi alrededor. Pero entonces sentí un líquido recorrer mi cuerpo y bajar por mi pierna. Me sorprendió como reaccioné cambiando de opinión de inmediato. Rogué a Dios que me dejara vivir, que no fuese mi final, le pedí aunque fuese un día más, un rato más para ver el cielo, cubierto de humo negro de los obuses que llueven en los bombardeos. Y Dios me oyó, o al menos así lo entiendo yo. Miré mi cuerpo esperando ver el horrible agujero de bala y la sangre a su alrededor, pero no había mas que agua, y mi cantimplora de campaña destruida.
El campo esta libre, desolado y cubierto de barro. Hay algunos cuerpos recientes, de nuestro último intento frustrado de avanzar. Es mas, puedo ver a unos diez metros a quién fue compañero mío durante casi un mes. Ya conocía a su esposa he hija por las fotos y las cartas, y hasta había llegado a simpatizarme. Ellas aún no deben saber que su esposo y padre esta tirado en el campo de batalla, sin vida y apenas reconocible. Debe haber sido una carga aérea, ya que su espalda se encuentra repleta de esporas. Además hay otros cuerpos, uno apenas su puede seguir llamándose cuerpo, esta quemado, partido al medio y separadas sus partes varios metros. Nadie podrá reconocerlo. Espero no terminar así.
Mas adelante se ve la trinchera enemiga, unos doscientos metros delante nuestro. Siempre, a esta hora, puedo ver al vigía que cumple el mismo trabajo que yo, pero del otro bando. Un par de veces sentí sus ojos clavados en los míos. ¿Sentirá él lo mismo al verme?.
El paisaje era nefasto, aburrido, era difícil mantener la mirada hacia aquel infierno, no había nada, bueno, nada no, a la izquierda, en medio del terreno arrasado, siempre sobresalía aquel árbol, lo único que se mantiene firme a pesar de las bombas y de las balas que pasan por su lado. Ya apenas es un tronco muerto, con unas pocas ramas quemadas, pero sigue en pie.
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Alfio era fanático de Independiente, había comenzado a seguirlo he ir al estadio cada Domingo. Allí había conocido a Jorge. Se sentaba a su lado, en el asiento de la izquierda y juntos alentaban y criticaban al equipo. Así nació la amistad, siempre con el tema mas popular de los hombres. Jorge tenía sesenta y ocho, Alfio setenta, ambos jubilados. El grupo de la peña de independiente era más extenso: estaba José, Carlos y Antonio. Todos iban a los partidos de local, y de a poco comenzaron a reunirse en la casa de alguno para comer un asado y seguir los partidos de visitante.
Esa tarde Independiente ganaba uno a cero contra Boca. Había terminado el primer tiempo. El partido era aburrido por lo que no daba mucho de que hablar. Luego de hacer ciertas apuestas sobre los cambios que Independiente realizaría al volver al campo, Jorge fue a buscar dos cervezas y brindaron por la amistad.
El tema salió mas tarde, cuando Alfio hablo de que el delantero de Independiente era Italiano, del norte, como él. Jorge le pregunto de que parte era, y además porque había emigrado. La guerra fue la triste respuesta. Jorge asintió y confeso que para él también había sido la causa. Así comenzaron a hablar del tema, de la crueldad del hombre. Alfio fue el que dijo que había combatido del lado Italiano, en las trincheras del norte.
- Recuerdo que desde donde habíamos situado el campamento, nos separaban doscientos metros del enemigo, el campo estaba devastado por completo, bueno, en realidad no del todo, había quedado en pie tan solo un árbol que siempre podía ver a mi derecha cuando estaba de vigía.

1 comentario

Guillermo José Lazague -

Hola guille disculpa que use este espacio para mandarte un abrazo soy, por si no recordas, el hermano de tu padrino Carlos, que estaba y estaría muy orguloso de su Ahijado, me acuerdo que compro un monton de libros y regalo a las amistades orgulloso de su ahijado
bueno tenía necesidad de contartelo
un abrazo
guille