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Kosh

EL BESO EN EL TREN

Para comprender a los demás hay que situarse dentro de la piel, vivir y sentir lo mismo, por ello me subí a la mañana al tren. Me senté en un asiento común, el tren tardaba en arrancar, no había mucha gente, entonces comencé a intentar ver las cosas con mayor precisión, con mayor detalle. El minucioso estudio partió del asiento vació que tenía delante. El tapizado estaba gastado, con algunos cortes que permitían ver una especie de esponja amarilla. Entre los pliegues y las arrugas del material encontré suciedad que ennegrecía los contornos. Concentré aún más la mirada haciendo un esfuerzo por ver más allá. Por fin pude ver eso que creo que quería ver, era como un grupo de gérmenes o algo, lo que fuere, pero vivo, que lo cubrían todo. Luego logré verlo también en las paredes del vagón, en el piso, hasta en mis pantalones. Recuerdo que sentí mucho miedo, me paré y busqué limpiarme, aunque no sabía como. Descubrí que me había metido por propia voluntad en un gran problema, y debía salir, no quería estar usando líquidos desinfectantes ni nada que no fuera de mi propia mente. Pero es que lo que veía no era un invento de mi mente, al menos eso era lo que no podía entender. Traté de no prestar atención, haciendo como que no me importaban, pero no servía ya que por más que quisiera no podía evitarlos. Tarde algunas horas en hacerlos desaparecer, a base de otros pensamientos, de un olvido progresivo que no resultaba fácil, era como cuando uno no quiere ver hacia alguna dirección pero no puede evitar hacerlo. Pero la mente a la larga la controla el dueño y no los reflejos, por tanto logré por fin tomar las riendas y volver a dominarla. No fue fácil y ahora no puedo evitar sentir miedo de intentarlo otra vez, de volver a tratar de verlos y sentir las pesadillas que me generaron.
Nunca más debería intentar hacerme cargo de los problemas de los demás, pero sé que siempre lo hago y siempre lo voy a hacer...

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