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Kosh

EL ULTIMO ENVIADO

Nació del fuego y de la noche. Entre las llamas de una hoguera en la cima del monte, y los sacerdotes esta vez no tuvieron nada que ver, ni siquiera intervinieron con sus extraños cánticos ni sus rituales paganos. En el valle de las Amitas reinaba la calma aquella vez, la selva se veía como una alfombra verde arrugada sin fronteras, desplegándose hasta donde llegase la vista
No era un ser común, era de otro lado, del mundo oculto, de un lugar mejor.
Al ver a su alrededor se puso muy feliz porque vio que estaba muy bien diseñado todo lo que había en la tierra. Al caminar por la selva se maravillo de lo perfecto de la naturaleza y le asombro como todo coincidía de forma tan perfecta. Admiró al creador de tan dichoso mundo, y así siguió durante días y días. Pero una mañana vio una planta de jazmines entre la basta vegetación. Todas sus flores eran blancas, hermosas, y desprendían un magnífico aroma que adornaba el aire. Pero entre la deliciosa blancura de las flores, que contrastaba con el verde profundo de las hojas, había una flor marchita. Sus pétalos, ya viejos y húmedos, no tenían el mismo color que sus compañeras, tenían manchas marrones y estaban arrugados. Entonces se acercó a esa flor, y al ver que desentonaba con el blanco del resto, la arrancó.
Desde ese mismo momento, el ser que había nacido del fuego y venido de un mundo mejor, se convirtió en un hombre mas, uno de nosotros, de nombre Mord.
Mord vivió en los tiempos de las tribus medias y los imperios que conocían los metales brillantes, pero no sabían de la rueda ni de caballos. Desde entonces nacioó su ambición por irse de aquel mundo, antes perfecto para él, pero en el que ahora era un ser cualquiera. Es que desde el día en que se había convertido en hombre cada vez le parecía todo mas desordenado.
Entonces oyó de un mago de la selva que era el rey de los tiempos, y podía llevarlo a cualquier otro tiempo y a otro mundo. Fue a la selva y la recorrió durante días y noches buscando a aquel mago, y terminó por encontrarlo, sentado a orillas de un pequeño lecho silencioso.
- Llévame a otro lugar, en otro tiempo, donde pueda volver a sentir la perfección – le suplicó.
El mago le concedió el deseo y así fue que llegó al mundo, naciendo del fuego y la noche, y los sacerdotes no tuvieron nada que ver...

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