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EL HOMBRE DEL BANCO

- Aquel hombre que esta sentado en ese banco de plaza, ¿de donde vendrá? – pensaba el creador desde la vereda de enfrente.

Habían pasado unas horas y seguía de pie en la parada, mirando las palomas bañarse en la fuente y los autos pasar sin descanso. El amanecer plegaba su abanico de cielo soleado y la ciudad se levantaba de la cama para salir a la calle.

Nadie impondría nada nuevo aquel día de Mayo, porque el mundo había cambiado su rumbo, ahora giraba hacia el lado opuesto, entonces cada uno de los que creían tener el destino marcado se enteraban de que podían cambiarlo, y aquellos que creían poder definir su vida, descubrían apenados que el destino los llevaría por sus caminos. Nadie lo esperaba, ¿quién supondría una decisión tan drástica en este punto de la historia?.

- Sigue sentado, parece inmóvil, parece muerto, una estatua – comparó al ver la expresión inerte del sujeto en cuestión. Los autos y la vida pasaban frente a aquel hombre de mirada sombría y hundida en la nada, el movimiento de los transeúntes resbalaba por su alrededor sin que se inmutase.

- Quizás con esto se anime – dijo justo antes de que una sorpresiva ráfaga de viento desprendiese una rama un de un árbol sobre él, dejando caer el trozo de madera a escasos centímetros de sus pies. Sin embargo el hombre apenas pestañeo, como si la sorpresa fuese una palabra que no estuviese en su vocabulario.

- ¿Cómo puede ser? – se cuestionó sin convicción.

De pronto el hombre giró la mirada, tan solo los ojos, sin siquiera mover las cejas, y contempló con intensa meditación al creador. Supo que no había forma de revivir sus ganas de vivir, supo que él representaba a todos los que olvidaron las emociones que componen este mundo, y que siguen el sendero gris de los predestinados y los que perdieron su opción de aquella sobria virtud de tener el control.

1 comentario

Anónimo -

hay emociones intensas dentro de estatuas y corazones sencillos, sólo hay que encontrar al creador adecuado, quizás no una rama de árbol