EL DUEÑO DE LA CIUDAD
4:10 y todo parece igual entre los tejados. Parece que no hay sombras nuevas ni aves nocturnas que perturben el susurrante ruido de la ciudad. Nadie puede difundir un mensaje en este tipo de naturaleza, a menos que sea a través del mismo material que esta hecha la ciudad. Por eso debí aprender a hablar el idioma del hormigón, del asfalto y del cemento, me costo mucho pero cuando por fin lo logré podía decirle algo a un paso de cebra y esta de inmediato se lo informaba al asfalto, quién lo expandía hasta donde quisiera. Que fácil que es ahora recorrer los tejados, tanto que ya formó un mismo ente con la urbe, soy parte de su cuerpo, un trozo de su piel. Ahora las sombras también son mías, y pronto lo será también el alumbrado, entonces cada cosa que se mueva será también mía, entonces, ese día, conquistaré el cuerpo, seré el dueño de la ciudad.
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