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Kosh

OTRA OPORTUNIDAD

1
Las montañas alzaban su poderoso esplendor a través de sus ojos cubriendo el lejano horizonte. Solo unos pocos copos de algodón colgaban de un cielo de diamante. El sol brillaba como si fuese un ojo de Dios espiando el mundo. Mas abajo los bosques de pinos se expandían como un abanico por el espacio virgen de unas tierras desoladas. A mitad del valle un arroyo, alimentado por el deshielo, describía una irregular y cristalina recta hasta desembocar en un gran lago. Este reflejaba invirtiendo, como un espejo de plata, la ladera opuesta del valle. El silencio de aquel mágico lugar encendía una profunda paz paradisíaca. Una brisa perfumada de flores blancas, amarillas y rojas que se encontraban diseminadas por el campo, entre las rocas y sobre la hierba, inundaba sus almas del más puro placer. Aves volaban sobre el fondo azul. Disfrutaba sólo siendo parte de ese paisaje, sólo por existir, por ser un ente consciente, por estar vivo, vivo sobre aquellas tierras, aquel mundo, su preciado mundo. Se estremecía al mirar la nada. Se envolvía de ilusiones infinitas al ver aquella ladera. Quería volar, volar como un águila, volar y caer. Una fuente de sensaciones que lo seducía y atrapaba como la droga. Era peligroso, el hombre no fue creado para volar, pero era un riesgo que estaba dispuesto a correr.
Había sido siempre partidario de esa clase de diversiones. “Una vida sin emoción no es una vida” era su lema, y lo respetaba.
Todo estaba listo y no pensaba aguardar un segundo más. Se colocó el paracaídas y su casco. Tomó unos metros de carrera e intercambiaron una mirada con Juan, su amigo y compañero de aventuras. Luego ambos corrieron gritando hasta el borde de la ladera y saltaron a la nada.
Todo el universo se transformó en un conjunto de líneas que partieron a su encuentro. El viento golpeaba en su rostro mientras caía acelerado por la gravedad. A su espalda pasaban las piedras que la naturaleza había depositado allí al construir aquella montaña. Juan ya tiraba del dispositivo que inmediatamente expulsaba el extremo del paracaídas de su envoltura para que este se encargué, llenando de aire su interior, de atajar la caída. Este redujo la velocidad a un nivel suficiente para un feliz aterrizaje. El mundo, ahora visto de cientos de metros mas abajo, volvió a la posición original en su espectro.
El solía permitirse un poco mas de riesgosa diversión. Dejó pasar unos valiosos segundos de más y tiró de la cuerda. El paracaídas no salió de la envoltura. Un descuido, tal vez por la euforia de desear estar a toda costa en el aire, le había hecho atravesar una cuerda del arnés por encima de la envoltura.

2
Era un lugar sumergido en toda una estela blanca, un blanco limpio, más puro que cualquier blanco imaginable por la mente humana. Una luz indefinida alumbraba el lugar. Había algo extraño, era como si no existiese el tiempo ni el espacio, como si no hubiese aire, solo vacío. Era un sitio irreal. Una figura blanca apareció de la nada. No estaba formada por materia, pero poseía la esencia de un cuerpo humano. Miró a la luz y se acercó a ella. Entonces del brillo surgió una voz.
-¿Estas aquí por tu hombre?- dijo con un tono de perfección absoluta.
-Así es- respondió la cristalina figura.
-¿Conoces su situación?- preguntó el brillo de luz.
-Vengo a suplicar que se le conceda otra oportunidad. Y también para mí, que he fallado en mi misión- dijo bajando la cabeza.
-No has fallado, tu tarea fue bien cumplida, el eligió su destino- se apresuró a replicar.
-Debía protegerlo-
-No debes sentir culpa. Nada has podido hacer que no hayas hecho- aconsejó paternalmente.
-Mis intentos no fueron suficientes-
-Es un irresponsable. ¿Por que te empeñas tanto por él?-
-Está bajo mi protección, es mi tarea, no puedo abandonarlo. Por favor, sólo una oportunidad- argumentó atormentado.
Entonces surgió una nueva figura. La cubría una capa blanca, el rostro carecía de piel y carne, era una calavera. Sus manos huesudas sostenían una larga guadaña. La mandíbula se abrió y una horrorosa carcajada partió de esta.
-Su hora a llegado y no puedes impedirlo-. Volvió a reír con prolongada exageración.
-Ve a buscar almas de alguna guerra y déjalo en paz- replicó el ser inmaterial.
-No- .Cortó la risa y frunció los huesos de su rostro. -El ahora es mío, y no voy a dejarlo escapar- protestó enérgicamente.
El brillo tomó la palabra. -Ángel, has hecho todo lo posible, pero la muerte tiene la razón-
-¡No!- gritó. -No puedo abandonarlo, debe existir alguna manera, debe haber algo que yo pueda hacer para impedirlo.-
-No tengo tiempo para discutir, el mundo me necesita. No puedo hacer esperar mas a otros muertos solo porque no quieres aceptar tu fracaso- se burló la muerte.
-No he fracasado aún, todavía no esta muerto y aún no va a morir- respondió el ángel guardián.
-No hay consenso -dijo la luz. -Que se haga pues el balance-.
El balance podía ser lento y árduo tanto para uno como para el otro sólo que el ángel estaba dispuesto a cualquier cosa por mantener en la tierra a su protegido.
-No, no puedo esperar tanto- reclamó la muerte agitando la guadaña. -Tengo un día muy ocupado-.
-Yo solo cumplo la ley divina- argumentó el flujo luminoso. Luego se desvaneció hasta desaparecer por completo.
-No comprendo tu postura, yo no soy más que una parte de la vida, una parte oscura pero necesaria de toda naturaleza-.
-Quiero otra oportunidad, solo una- repitió.
La mística imagen sabía que se trataba de una larga disputa. El ángel estaba dispuesto a hacer todo lo posible para dificultarle algo que desde un principio había considerado pan comido. -Después de todo- pensó la muerte, -se trataba solo de un simple hombre, no era relevante ni cambiaría la historia, su hora podía esperar-. El tiempo pasaba y otros lugares de un planeta de guerra y violencia requerían la presencia de aquella temida figura.
-Bueno, has ganado ésta vez, pero tarde o temprano volverá a mí- concluyó antes de volatilizarse.
El ángel sonrió -Lo sé, lo sé-.

3
La cuerda permaneció tensa por unos segundos. Luego, sin saber como ni por qué, esta se deslizó a un lado dejando salir la matriz del paracaídas. El aire se interpuso entre éste y la gravedad sólo unos metros antes de llegar a la tierra, deteniendo su cuerpo y reduciendo la velocidad. Luego se deslizó como miel sobre las paredes de un vaso hasta tocar el suelo.
El dorado brillo solar se reflejó en sus ojos cuando miró hacia arriba. -Gracias- dijo observando un cielo mágico flotando en la atmósfera. -Solo cumplo mi trabajo- respondió, sin hablar, un ángel desde una dimensión distinta. -Intenta cuidarte, ¿quieres?-.
-Solo una pregunta; ¿Ustedes eligen o Dios los designa?-.
-En realidad no desearas que te responda- concluyó el ángel.
Juan, que ya había envuelto su parapente se aproximaba corriendo a él.
-Si que has estado cerca esta vez. Tuviste suerte- fue lo que se le ocurrió decir.
-La suerte no existe- pensó para su interior en lugar de responderle. Luego subieron a la camioneta y la pusieron en marcha junto a un tema de Nirvana a todo volumen.
-Mañana saltaremos desde la cumbre norte- decidieron, lo cuál generó un largo suspiro del más allá.

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