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Kosh

EL DIRECTOR

Ser el director lo obligaba a estar compenetrado las veinticuatro horas en el guión, debía colocarse en el lugar de los actores, formar parte de la historia, observarla con los ojos críticos del supuesto espectador. Cada acto debía mirarse desde distintos ojos, desde el actor protagonista, desde los secundarios, desde el ojo de la cámara y desde la silla que llevaba su nombre bordado en el respaldo. Todo formaba parte de lo mismo, la cinta que se rodaba, eso que quedaba como pequeñas fotos tomadas una tras otra, imitando una secuencia de vida, eso era lo que importaba.
Esa mañana se despertó y no supo si el que se despertaba era él o el personaje que debía despertarse, miró a su alrededor en busca de cámaras, no había ni una lente, no había rastros de que su cama fuera parte de un escenario, entonces se sintió tranquilo, se puso una bata y fue a la cocina a preparar el desayuno. Pero cuando abrió la heladera descubrió que detrás de él tenía tres cámaras que filmaban lo que hacía. Si, era la toma veintidós, entonces sonó el teléfono y el actor supo que debía decir. La escena salió bien por lo que le dio el visto bueno y de inmediato recordó que seguía en su hogar. Terminó el desayuno y salió a la calle. En la parada del autobús volvió a sentir la presencia de las cámaras, entonces apareció la mujer con la que tenía que discutir y lo hizo al pie del guión. La actriz salió de escena llorando y los dos extras que estaban con él en la parada, esperando el autobús también habían hecho muy bien su trabajo, con esas miradas que le encanta disparar a la gente común frente a la emisión de un escándalo ajeno en público. El drama seguía su curso y aprobó la escena. En el autobús no había nadie, era el que tomaba para ir al estudio, era un transporte público real y, por más que lo intentó, no logró encontrar rastros de otra cosa. Se bajó en su parada.
Entró al estudio y notó con sorpresa que no había nada ni nadie, era un gran salón de paredes negras sin siquiera un foco, nada. - ¿Dónde están todos? –preguntó al vacío, entonces giró y vio en la calle a todos, a los actores secundarios que caminaban por la vereda como perfectos peatones, a los vehículos que circulaban como si fuesen reales, al decorado compuesto por falsas fachadas de edificios. Todo estaba allí, en la misma vida que creía que era la suya, entonces salió y continuó el rodaje de su película.

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