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Kosh

MATAR A ALGUIEN

Ese día me desperté temprano y con ganas de matar a alguien. Me vestí y baje a desayunar al bar de siempre. Antes de marcharme tomé el mejor de los cuchillos de la cocina y me puse unos guantes de cuero adecuados para el invierno en el que estabamos. Desde la mesa contemplaba la gente ir y venir por la acera, en lo que parecía una proyección de figuras y rostros desconocidos, cuyas expresiones decían infinitas posibilidades. Más atrás la calle respiraba el aliento gris de los autos mientras castigaban al asfalto pasando uno tras otro sin descanso. Una brisa fría acompañaba por momentos en su danza al vapor que expiraban las alcantarillas. Me centraba en cada una de las almas que aparecían y desaparecían de las esquinas y de mi mundo, intentaba descifrar sus vidas, sus convicciones, sus personalidades. Imaginaba lo que no sabía, cada cuál tendría una historia, un pasado, un presente, cada cuál tendría amigos, conocidos, sueños, aficiones. Debía elegir uno al azar, uno que me diera tan igual que los otros, uno tan común como el resto, uno más, un desconocido. Tomé el café con leche, me levanté y pagué la cuenta en la barra, luego me pregunté sobre mis motivos, y descubrí que no los tenía y que eso era lo mejor, pues sino habría mas posibilidades de que terminase en la cárcel y la idea no me agradaba. – Mejor – pensé, luego salí a la calle. Caminé unos diez minutos, viendo que lugar sería el más apropiado, hasta que encontré un callejón perfecto, desde el cuál la calle principal apenas si se veía y cuyas paredes de los edificios vecinos no tenía ventanas. Había un contenedor de basura semi vacío, era perfecto.
Volví a la calle y se me acercó un individuo perfecto, era un joven de unos veinte años, de piel blanca, pelo negro y ojos marrones como el chocolate. La elección fue instintiva, entonces lo detuve con un gesto: - disculpe usted, podría ayudarme con esta caja, es que pesa y no puedo colocarla en el contenedor – declaré señalando una caja vacía al pie del recipiente de la basura.
- Por supuesto – respondió dirigiéndose hacia ella.
Antes de seguirlo eché una breve mirada a la calle, para asegurarme que nadie había notado el evento. Luego lo acompañe y cuando estuve preparado y lo tenía de espaldas a mí le asesté un certero cuchillazo que se clavó a la altura de su pecho y le salió por el frente. Murió casi sin resistirse y sin llegar a comprenderlo. Lo arrojé deprisa en el contenedor y salí a paso desapercibido del callejón. A la noche el suceso salió en las noticias, por lo que comprendí lo había encontrado un cocinero de un restaurante cercano, sin embargo no terminé de escuchar la noticia porque sonó el ruido del horno, mi cena estaba lista. Luego posó mucho tiempo y ni la policía ni nadie toco a mi puerta preguntando por lo que sucedió.
Ahora, casi dos años después, estoy nuevamente en el bar, y es que hoy me desperté nuevamente con ganas de matar a alguien, pero esta vez, antes de salir, quién sabe porque, me cuestioné si no me sentiría culpable, y resulto que no, que no encontré ningún motivo para sentirme culpable ya que – me dije -, en el mundo hay gente peor que yo.

1 comentario

Coqui -

Totalmente de acuerdo con vos, en el mundo hay gente peor...