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LA TORRE DE TIEMPO

Dios no podía con todo, cuando había creado el mundo las cosas parecían fáciles, pero con el tiempo, administrar los parámetros fijos y encima ocuparse de los hombres y estar con cada uno en cada momento le parecía un exceso. Entonces decidió encomendarle a dos de sus mejores ángeles las tareas rutinarias, uno se ocuparía del control del espacio y otro del tiempo. El que se ocupaba del espacio hacía bien su trabajo, pero el del tiempo se aburría, lo cuál a veces generaba distracciones peligrosas. Un día, el ángel del tiempo estaba buscando alguna manera de entretenerse, entonces se le ocurrió la estúpida idea de juntar las horas de ese día y jugar con ellas. Armó una pila de diez cubos, cada uno representaba una hora, de las trece a las veintidós. Todo iba bien hasta que, sin querer, movió la base y la pila se derrumbó, cayendo todas juntas y mezclándose. Ese día fue el más extraño que nunca vivió la humanidad, después de las trece se pasó a las veinte, luego a las dieciséis, luego a las catorce y así, al azar, el día fue consumiéndose de forma aleatoria. El ángel fue castigado por su irresponsabilidad, pero por suerte, los humanos, tan avocados a sus problemas, no llegaron a notar la diferencia.

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