Blogia
Kosh

LA SOMBRA (IV PARTE)

Nuria Torres de Soler era una niña muy inquieta, así la definía su propia madre, una bella lavandera de Banyoles. La familia vivía en una casa de campo a las afueras del pueblo y durante el día la niña parecía estar en todas partes. Esa mañana acompañaba como siempre a su madre a las orillas del lago a lavar las prendas de las familias nobles, pero como no podía estarse sentada mucho tiempo al rato se fue a jugar por la playa de piedras, alejándose por la costa hacia los bosques. Caminó un rato recogiendo flores pero luego se cansó y se acercó a la laguna. Comenzó a jugar tirando piedras a la capa cristalina de agua y observando a estas hundirse. Tardó un largo rato en cansarse y cuando esto sucedió se arrodillo y comenzó a hacer una pila de piedras. Para ello tomaba todas las que encontraba a su alrededor y las concentraba en un punto. Cuando estaba revolviendo entre las piedras fue que encontró un objeto de madera con forma de medalla. Le llamó la atención primero porque a diferencia de las piedras este objeto era liviano. Lo observó para darse cuenta de que no era parte de la naturaleza sino creada por el hombre. Admiró un rato el extraño dibujo que tenía tallado en su superficie y le pareció, entonces decidió guardárselo y continuó jugando.
Más tarde su madre, preocupada, la reñiría por haberse alejado tanto y juntas volverían al pueblo. La madre cargaba la canasta con ropa mientras ella la seguía y jugaba con el amuleto. Entrando al pueblo fue cuando su madre se percató de lo que Nuria traía consigo.
- ¿De dónde has sacado eso? – le preguntó mirándolo de reojo.
- Me lo he encontrado por ahí – dijo su hija restándole importancia.
- Déjame verlo – le pidió deteniéndose. Nuria se lo dio y la mujer dejó la canasta para tomarlo. – Que extraño dibujo – le dijo la madre acariciándolo. Percibió de inmediato que se trataba de algo sin valor ya que era de madera tallada y aunque parecía antiguo no creyó que le pagarían algo por él, por lo que se lo devolvió a la hija. Luego tomó la canasta y continuaron caminando por el sendero que entraba al pueblo.
- ¿Puedo quedármelo? – le preguntó Nuria.
- No creo que sea buena idea – le respondió la madre, que era muy supersticiosa y no apreciaba mas que la cruz de Cristo. - ¿Para qué tener algo sin valor y desconocido? - se había preguntado - mejor no tenerlo – concluyó.
- ¿Qué hago entonces?, ¿Lo tiro? – le preguntó su hija haciendo un gesto de propósito con sus labios.

0 comentarios