LA NADA QUE RODEA
Miré adelante y no encontré rastros del mundo que debía rodearme, continué hacia arriba, y no había nada... absolutamente nada. Miré a mis lados, primero a la izquierda y luego a la derecha... tampoco nada, como si el mundo se lo hubiese tragado un abismo. Miré hacia abajo, de reojo, como para apenas fijarme... y nada. Sentí miedo, una sensación de vació, de soledad, de pánico a quedarme solo en el universo, y por eso no me atreví a mirar hacia atrás, como para no terminar de convencerme, como para almacenar una esperanza que era lo único que aún me quedaría, y que de mirar atrás y no ver nada también habría perdido.
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