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EL CUADRO QUE MIRABA POR LOS OJOS (VIII PARTE)

Me entregó el dinero y me alejé sonriendo y relajado del parque. Entonces, cuando me había quitado el problema de encima, busqué en mi memoria el rostro del comprado, que por fin encontré en el sujeto que me había vendido el cuadro.
Me volví atrás, pero solo encontré un banco vació.
El siguiente sábado volví al mercado y allí estaba, el hombre y el cuadro... a la venta por el triple de lo que había recibido.
-¿Me recuerda? –le dije.
-Si –dijo en calma y terminando de atender a un cliente que se marchaba con un antiguo sello postal, -usted es uno de los tantos que teme a los fantasmas.
-¿Quién no les teme? –me atreví a responder.
-Fíjese que a mí me caen de maravilla, debe ser porque me ayudan en mi negocio.
No supe que decir, al fin y al cabo, tenía razón.

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