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EL HOMBRE SENTADO

Estaba sentado en un asiento, mirando pasar la vida por la ventana, rodeado de gente y de sueños buenos y malos. Los buenos son los más raros, y casi nunca se dejan ver de entre las alas, en cambio los malos si están a la vista, en cada acto que miraba al pasar por arriba de una telaraña de calles y casas que se alejaba por el horizonte. Y cada ser tiene un don, algo que nadie más tiene, pero que la mayoría de nosotros no sabemos encontrar dentro nuestro. El de él era percibir en los objetos la capa de bien o mal que las cubría. Pero para ello debía sufrirlo, como todo don que no se desea.

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