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Kosh

LA VOZ DE LA RADIO

Si creyera en las señales creo que éste sería un buen caso.
Volvía de la montaña el pasado Domingo por la noche. Dicen que las cosas no suceden porque sí, dicen que todo tiene una causa, una razón que encadena los hechos de la manera que el destino lo impone. El autobús avanzaba por el valle y la gente a mi alrededor dormía, luego de un largo día en la nieve. Yo, por algún motivo, no podía conciliar el sueño, entonces traté de escuchar música en mi pequeño equipo de mp3. Resultó ser que la batería se terminó, apagándose el aparato a mitad de la segunda canción. Probé reencenderlo otras varias veces pero siempre volvía a apagarse, hasta el punto de no volver a encenderse más. El destino o lo que fuese me llevó a buscar la radio, y como esta consumía menos batería –al menos eso es lo que siempre creeré para justificarlo – esta se encendió. El dial estaba muerto en una cifra cercana a la centena, presioné la búsqueda automática, esperando hallar algún partido de fútbol en juego, pero el dial avanzaba hacia delante sin encontrar ninguna sintonía. Estábamos atravesando un cañadón donde no había más que la ruta, imposible que alguna onda de radio alcance ese perdido lugar, pero de pronto, entre el sonido rasposo de la búsqueda, surgió como de la nada una voz. Era una mujer, hablaba claro y pausado, y los sonidos de frecuencia que al principio la acompañaban se diluyeron, dejando su voz aislada en mis auriculares.
Si yo creyera en las señales hubiera asegurado que aquello era una clara muestra, de hecho pasó por mi mente la extraña posibilidad de que la secuencia que había derivado en aquella voz tenía una razón que no era casual, pero una parte racional de mí descartaba aquella posibilidad.
La mujer hablaba de que podía ver el aura de las personas, y explicó que significaba esa extraña palabra que creía era un invento de ella. Hablaba de que podía leer el futuro, saber que cosas pasarían de no modificarse la secuencia de sucesos, y yo, sin realmente nada mejor que poder hacer, la oía como si me estuviera hablando solo a mí.
Intenté una vez más sintonizar alguna otra radio pero no la había, esa mujer era la única voz que captaba el aparato.
La mujer terminó por dar una dirección en la ciudad donde decía realizaba consultas a quienes se atrevan a conocer lo que les sucederá, yo nunca creeré en esas cosas, pero ahora estoy frente a la puerta de la dirección indicada, esperando ver que hay del otro lado.

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