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ALGO MAS ALLÁ DE LOS ROMBOS

Era un espacio azul en forma de rombo rodeado de plantas incoloras. En el centro había una cruz marcando el lugar donde debía aterrizar. No había otras formas ni otros mundos. De fondo, allá por lo bajo de las sombras, se oía una melodía, como un zumbido brillando en ecos perdidos, era el principio de una sensación secreta, un estímulo como el viento que sopla cuando las almas se abren, cuando los corazones sienten. Miré la cruz, entonces pensé que si la habían puesto allí era porque debía descender, pero era difícil aceptarlo, resultaba más sencillo continuar flotando, siendo parte del espacio sin tiempo donde se unen las líneas de la vida y fluye lo místico.
¿Para qué volver?... La respuesta: porque el huracán debe atraparnos, porque no estamos hechos para flotar, sino para andar por la tierra firme, sujetos a las cadenas.
Y eso es lo que se siente desde que comienza hasta que termina el sonido, en Algo con rombos.

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