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Kosh

LOS COMENTARIOS

Un día comencé a recibir comentarios de mis cuentos en mi web. Al principio no me extrañaba, era alguien más que opinaba sobre los cuentos y punto. Se mantenía anónimo, sin dar datos de su persona, pero no me interesaba saber quién era, sino que me centraba sus críticas, que además eran buenas.
Pero un día el comentario me llamó la atención, porque la opinión decía que hubiese quedado mejor el otro final, donde el protagonista huía. El problema era que ese “otro” final, que había descartado, solo lo almacenaba en mi mente, es decir, que nunca lo había escrito ni se lo había dicho a nadie. Entonces: ¿cómo podía aquel desconocido saber ese otro final?.
Le envié un mail a una dirección que siempre ponía, pero no obtuve respuesta, sin embargo continuaba opinando, es decir que seguía estando allí. Opté por responder con comentarios a sus comentarios, pero tampoco hacía caso, era como si luego de dar la opinión no volviese a leer en busca de respuestas.
Ya me estaba cansando.
Me fijé que siempre hacía el comentario a la misma hora, a las 23:27. Esperé a que fuera la hora y actualicé, acababa de entrar la nueva opinión, entonces respondí de inmediato. Pero nada, sin respuesta a mi respuesta...
Por fin quité los comentarios, ¡haber que hacía ahora!. A la misma hora me llegó un mail con la opinión. Me enfadé y di de baja mi dirección de mail y por si fuera poco desconecté el ordenador, para estar seguro que no podría volver a opinar.
Esa noche encontré una carta bajo mi puerta con la opinión...
Al mes siguiente me mude. Pero seguían llegando las cartas a la nueva dirección.
Decidí entonces no volver a escribir cuentos.
Recibí una última carta que opinaba sobre un cuento que nunca había llegado a escribir, pero que tenía en mi mente. Me di cuenta porque hacía referencia al título que tenía pensado, pero esta vez el comentario se remitía a: “no tengo nada que decir, esta vez esta perfecto”.

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