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EL CUADRO QUE MIRABA POR LOS OJOS (I PARTE)

En los mercados antiguos que se arman los sábados a veces se encuentran cosas interesantes, viejas y misteriosas. Eso pensaba mientras recorría los precarios puestos callejeros donde se ofrecía una gran variedad de objetos. Me interesó un óleo que parecía pintado con la intención de demostrar cuán lúgubre puede ser un negro bien profundo. Era el retrato de un general mayor, con su uniforme repleto de medallas y su sombrero que quitaba protagonismo a dos anchas cejas grises y a unos ojos negros serios y penetrantes. Me lo imaginaba centrado al fondo de un salón victoriano, de esas grandes mansiones habitadas por esa gente con mucho pasado y poco futuro.
-¿Le interesa? –dijo un hombre de traje gris del otro lado de un improvisado muestrario.
-Puede ser...
- Se lo dejo a usted por cien, un regalo...
No supe realmente para que pudiese servirme, pero ese bichito que habita en aquellos mercados y nos tienta para que compremos toda clase de objeto inútil, me pico de pronto en la nuca, obligándome a pelear un precio que fue estableciéndose hasta detenerse en ochenta. Los billetes transitaron y tenía mi óleo.

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