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POSADA DEL KM1347 (IV PARTE)

Al día siguiente la lluvia continuaba, y era tan fuerte que no se podía llegar hasta la carretera, el pequeño sendero se había convertido en un charco de lodo intransitable. Decidí entonces desayunar allí y esperar que la cosa mejorase. En el salón se encontraban dos parejas que tenían el mismo aspecto espectral que el de la recepción, el cuál ahora, vestido con una camisa blanca, servía el desayuno. Me senté y pedí un café. Un rato más tarde entró una mujer que me pareció ajena a aquel entorno, tenía los ojos brillantes de vida y el cabello radiante, se sentó en una mesa cerca de la ventana y pidió un té con limón, enseguida supe que ella era la que había llegado la noche anterior.

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