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EL CLUB (III PARTE)

Giré deprisa para encontrarme con un total desconocido que quién sabe hace cuanto tiempo estaba de pie en aquel sitio.
- No esperaba tanta puntualidad le confieso - dijo tranquilo y como si fuésemos conocidos. - Ya he pagado el café, por lo que podemos retirarnos - concluyó invitándome con el brazo a acompañarlo.
No supe bien que hacer, ni que pensar, ni que responder. Creo que por instinto, ese que nos obliga a reaccionar sin que lo pidamos, me puse de pie y lo acompañe.
Era un hombre de unos cincuenta, de mirada turbia y barba negra bien arreglada como el nudo de su corbata gris, que hacía buen juego con su traje del mismo color. Portaba con clase un bastón de cuello dorado, de esos que solo sirven para acompañar el paso y alardear de buen caballero sin ser útiles para sostener.
Cruzamos la calle y nos dirigimos al antiguo edificio de la biblioteca. Recorrimos el pasillo principal y pasamos de largo la recepción, el hombre que allí vigilaba el acceso nos dejó pasar tan libremente como si no nos hubiera visto. No era una persona de ir mucho a la biblioteca, pero recordaba que siempre en el control uno debía al menos dar sus datos para ingresar. No fue el caso y se lo atribuí a un privilegio espacial que debía poseer mi acompañante. No se me ocurrió cuál podía ser.

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