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EL CLUB (IV PARTE)

Subimos una amplia escalera que adornaba el centro del hall y que derivaba en un salón con murales en rojo y columnas dóricas. - Por aquí - me informó cediéndome el paso hacia un pasillo vacío de pisos en mármol blanco, techo lejano y paredes de madera con infinitas puertas. Nuestras pisadas hacían un eco que explotaba al máximo la sensación de soledad. Pensé que diferente era aquel silencio del ruido constante de la calle que se encontraba apenas a unas paredes de distancia.
Entró en una de las puertas, como si la hubiese elegido al azar, y nos encontramos con un nuevo pasillo de idéntica descripción. Se repitió la operación hasta que me convencí de que, de quedarme solo, no saldría jamás de aquel laberinto.

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