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EL CANTO NOCTURNO (IIX PARTE)

Retrocedí asustado y subí al comedor. Allí me esperaba mi esposa, preocupada por mí y por todo lo que estaba sucediendo. Esta vez no me quedó otra alternativa que relatarle lo sucedido, sin ocultarle detalles, y rogando que no creyera que estaba loco. Tardó mucho en dar crédito a mis palabras, sabía que no era de inventarme cosas y que no era de atemorizarme con facilidad.
-Siempre creí que las cosas deben tener una explicación - le planteé, -pero esta vez no se que decir.
Sabía que ella era más vulnerable a creer en esas cosas y sabía cuál sería su reacción.
-Vamos nos de esta casa.
-De acuerdo - me resigné, -habrá que ponerla en venta, llamaré al vendedor.

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