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Kosh

SIEMPRE UNO MENOS

Me puse a hacer las cuentas, mis números. Creo que todos lo hacen con sus propios números, es decir, cuanto tienen hoy, cuanto van a gastar mañana y pasado y si alcanza para todo, también cuando voy a tener más, en fin, esas cosas. En general todo me cierra, más allá de que el resultado no sea bueno siempre, más de una vez se complicó el escenario para llegar a fin de mes y hubo que cancelar algún gasto planificado o buscar alternativas, pero eso no viene al caso. El hecho es que realicé las cuentas y me daba una diferencia de menos uno. Vale, es cuestión de revisar los números, los revisé y nada, seguía la diferencia allí, inmóvil. Un poco más preocupado volví a hacer las revisiones pertinentes, pero no pude hallar la diferencia. Me propuse hacer los cálculos una vez más, y una vez más, y así transcurrió toda la noche, hasta que por fin tuve que dejarlo, o en realidad me vi obligado a hacerlo al quedarme dormido sobre el escritorio. Al día siguiente, al despertarme y ver que el menos uno seguía allí sentí la necesidad de resolver el incidente, por lo que llamé al trabajo para anunciar ausencia por problemas personales. Así trascurrió el día, pero al no poder solucionar la diferencia debí pedir un día más. Al cuarto día me visitó un amigo que se centró en el problema al notar mi preocupación, entonces resultamos ya dos los perjudicados por la diferencia. Por fin vino un tercero que en lugar de caer en la tentación de resolverlo propuso llevarlo a los matemáticos. Fuimos a la facultad de ciencias exactas donde planteamos el problema del uno menos y dejamos que lo tratase en una pizarra mientras observábamos sin terminar de comprender las complejas fórmulas. Al principio, por el orden de los procedimientos y la seguridad que presentaban los expertos parecía que lo resolverían pero luego comenzaron a mostrar signos de preocupación, terminando por mostrarse nerviosos y confusos.
Decidieron, luego de muchas horas de debate, enviarlo a otras universidades del mundo, por tanto se adjunto el problema en un mail que se envió de forma masiva. Al día siguiente el mundo entero parecía estar intentando resolver el problema, se hablaba en los diarios y noticieros, por la calle y se hacían debates abiertos en las plazas. Esa mañana, mientras había decidido darme el primer momento de descanso desde que había comenzado el cálculo. Decidí poner un poco de orden en la sala, entonces mirando debajo del sillón encontré una moneda de uno, justo la que necesitaba para cerrar mis cuentas.

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