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Kosh

EL CABALLERO

El caballero se abrió paso, elevando su espada el cielo. Montaba su caballo, el animal se agitaba y rugía al galopar, su aliento se expandía por la espesura del bosque. Los árboles abrazaban el sendero, lugar oscuro y tenebroso, donde la tempestad degollaba la inocencia del silencio, donde los truenos y rayos desbordaban la superficie de su angustia.
El viento lo acompañaba golpeando su rostro, desplegando su capa por el espacio indefinido que sucumbía a sus espaldas. Su mirada, seria como la piedra, penetraba la noche al frente.
Sus caballeros le habrían perdido el rastro, pero a eso no le temía, no importasen cuantos hombres lo siguiesen, él solo debería enfrentar su destino.
La luna se ocultaba tras la negrura, los montes bajaban sobre el valle, y él continuaba. Atravesando agresivos ríos de deshielo, húmedas praderas, sinuosos estrechos de montañas.
Se pregunto por que nada lo detenía, porque se abalanzaba solo hacia lo desconocido, hacia el estremecedor territorio de lo lejano. Entonces, entre las ruinas corroídas de su alma, tiro con fuerza de las riendas, con tal fuerza que la bestia, levantando sus patas delanteras, se detuvo.
Y, sin que el cielo se halla despejado, sin que la tormenta halla cesado, dio media vuelta y volvió por el mismo camino. Pero no era que volvía derrotado, sino que volvía más victorioso que nunca.
La luz fue ganándole espacio a la noche y recién entonces pudo ver el sol.

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