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Kosh

EL ULTIMO SER HUMANO

Abrió la puerta, no había nadie. A lo lejos vio lo que queda de un mundo en soledad, recordándole su nombre. El pueblo en la lejanía estaba desierto por completo. Nada estaba destruido, tan solo vacío. Sintió una fría brisa que le recorría el cuerpo, como un viento que sopló de golpe. Pero no pareció un viento común, fue como si algo la hubiese atravesado a través del cuerpo, algo frío y sin vida.
Aún sin comprender del todo que le ocurría a ella y al mundo cerró la puerta y volvió al comedor. Al entrar pudo ver al hombre sentado cómodamente en el sillón. Había dejado la chaqueta doblada prolija sobre uno de los apoya brazos y la miraba con unos ojos penetrantes, difícilmente humanos.
- Siéntese – le indicó señalando el sillón de enfrente, ambos junto a un hogar cuyas llaman iluminaban la habitación.
La mujer, notablemente sorprendía y algo asustada le preguntó: - ¿quién es usted y qué hace en mi casa? -.
- Ya le diré – explicó el hombre, notablemente tranquilo, - le diré eso y muchas cosas mas, por lo que mejor sería que se sentase. De pie va a cansar sus piernas – le sugirió.
La mujer, ya sin saber que argumentar y sin estar segura de que hacer, simplemente se sentó.
- Bien – comenzó el hombre, - ¿cómo empezar a explicar todo esto? – se preguntó echándose hacia atrás pensativo. – Hoy usted habrá notado una terrible sensación de soledad, incluso habrá sentido al despertarse, que era el único ser vivo del planeta. No sabría como ni porque, pero usted lo sabía al levantarse de la cama esta mañana. Pues eso es algo normal en su ser actual, ya que sería una de las tantas cosas que le ocurriría al último de la raza de los seres humanos -.
La mujer se sorprendió por estas últimas palabras, aunque en realidad lo hizo por todo lo que oía, y es que efectivamente, esa mañana al despertarse, por alguna razón, sintió que era la única persona viva en el planeta. Incluso, aunque le había restado importancia al prepararse el café del desayuno, cuando oyó que sonaba la puerta, en lugar de sentir tranquilidad, se había aterrorizado pensando en cómo alguien podía estar golpeando su puerta si ella era la única sobreviviente. La única sobreviviente.
- La única sobreviviente – pensó de pronto, como si le volviese a su mente aquella primara extraña sensación del día. Tanto lo pensó que se atrevió a decirlo, es mas, a plantearlo en forma de duda: - ¿cómo usted puede estar conmigo si yo soy la única que queda? – le preguntó como quién acaba de hacer una simple deducción.
- Usted, mujer – comenzó a responder el hombre – no tiene ni idea de lo que acaba de decir, me explico. Usted no sabe ni siquiera porque siente que es la única en este mundo, es mas, sabe que tiene razón pero no sabe porque. Pues déjeme que le explique al menos un poco antes de pasar al tema de quién soy yo o cómo puedo estar acá -.
La mujer asintió y se resigno a mirarlo. El hombre era casi un anciano, de tez aceituna arrugada. Resaltaban esos ojos tan extraños, por lo demás parecía un ser normal. Vestía un traje y camisa, ambos de color negro opaco, dando la impresión de ser un empleado de un servicio fúnebre, o un mago sin galera.
- Debería saber que hace varios años que veían con todo esto. Amenazas de gases y químicos, etc. Usted no lo sabe porque apenas puede recordar las cosas, eso es por dos motivos, primero porque el gas que arrojaron, a pesar de haber sido la única que no murió, igual la ha afectado, entre otras cosas, con la perdida parcial de la memoria. Pero también juega el problema existencial. Esto es mas complicado de explicar, para peor nadie lo escribió en ningún libro sagrado, de ninguna religión. Se da cuenta,... se da cuenta – se quejó indignado, - a pesar de todas las señales e indicaciones, los escribas casi no le prestaron atención al tema del juicio final, claro, total aún faltaba mucho y para que pensar, ¿no?. Por ejemplo no consideraron su caso, es decir que quedase un solo ser vivo. Pues, ¿qué hacer con el?, ¿qué cambios sufriría su ser?. Para que sepa, y estaba claro, sí sufría muchos cambios, muchísimos. Tantos que jugaría un papel importante, pero no, nadie escribió sobre eso – se lamentó. – Bueno, me estoy yendo de tema – notó mientras sacaba un pañuelo blanco de uno de los bolsillos de la chaqueta y se limpiaba la frente sudada por el calor de la hoguera. – El hecho – prosiguió, - es que entre las tantas cosas que le sucedieron y los cambios que estos suponen, una de ellas es que usted tiene problemas de memoria, sobretodo para recordar que fue lo que ocurrió -.
- Pues cuénteme – rogó la mujer un poco impaciente.
- Hace varios años, luego de que unos terroristas fueron aniquilados con un extraño gas, en un teatro de Moscú, Los Estados Unidos, que habían tolerado esto ya que ellos también, con la excusa del terrorismo querían atacar a otros países, temieron por este gas, y comenzaron a buscar una posible droga que neutralice los efectos para dársela a sus soldados en caso de una posible guerra. La descubrieron, pero Rusia se enteró y comenzó a desarrollar otra mas potente. Así fue como comenzó la nueva campaña armamentista de gases bacteriológicos. Cada vez mas fuertes e inteligentes. Para probarlos Rusia atacaba a los que consideraba terroristas, así dejaba claro al mundo que era una acción en defensa propia. Estados Unidos, que requería probarlas también, ya que en laboratorios no era suficiente para saber el comportamiento en la atmósfera, comenzó a hacer lo mismo, aprovechando nuevos atentados, que algunos llegaron a ser de dudosos orígenes. Y así se continuó mejorando los gases hasta que se creo el Nitrón V-2. Contenía ácido de neurítilio, que atacaba a las neuronas en su núcleo y berílico de aerofis, que infectaba el sistema nervioso provocando un inmediato paro cardíaco. Pero además contenía, y esa era la novedad, bacterias del mal de Richner, que sabían propagarse de manera casi inteligente en las partículas gaseosas que levitan en la capa atmosférica. Y en la primera de las pruebas el gas mató a sus víctimas pero también se expandió sin control y sin posibilidades de ser contenido. Era un gas inteligente, de reproducción gaseosa propia. Las bacterias se expandían y propagaban. Atravesó los cielos y el mundo entero, en cuestión de días fue aniquilando a todos los seres humanos a su paso -.
- ¿ Pero entonces como puedo estar yo aún con vida? – pregunto la mujer.
- La pregunta es buena, y la respuesta no es un misterio, pero si una gran casualidad. ¿Recuerda que de pequeña había sido contaminada con una sustancia desconocida?, pues aunque no lo recuerde da igual. A los cinco años tuvo, un día, un ataque extraño, ningún medico supo confirmar lo que era, pero se terminó curando sola, su cuerpo había desarrollado una extraña defensa, que nadie mas ha logrado desarrollar, fue porque ese día, jugando en la plaza, sin querer había tragado, al comer un helado que se había caído al suelo, una pequeña cucaracha, la cuál estaba también afectada con ese extraño virus. Las cucarachas desarrollan potentes anticuerpos y esa lo estaba desarrollando cuando se la trago, y sus jugos gástricos no pudieron corroer aquel líquido, mas lo integraron en su organismo. Fue algo muy extraño y muy casual, tanto que resulto ser el único antídoto aplicado a tiempo en toda la raza humana. Quizá si el gas no hubiera sido tan potente los científicos hubiesen tenido el tiempo para desarrollar un anticuerpo y al menos salvar una parte, pero fue todo demasiado rápido. Pues Soledad, queda sólo usted ahora, usted y algunos insectos como las cucarachas -.
El último comentario erizó la piel de la mujer. Sintió un repentino mareo y agradeció haber estado sentada para no perder el equilibrio y caer. Balanceo su cabeza hacia atrás, como quien recibe la noticia de que algún ser querido ha muerto en un accidente. Ella no tenía muchos seres queridos, pero el pensar en toda la gente que había muerto fue igualmente devastador.
- Las reglas para el último ser vivo serán diferentes - continuó el anciano como si no le interesara en absoluto el estado de su interlocutora. Soledad se esforzó de prestar atención y seguir sus palabras. - Su vida de ahora en mas será eterna en la tierra, si es que así lo deseara -.
- ¿Eterna? -.
- Perdón, la palabra adecuada es perdurable. Eterno es Dios, sin principio ni fin, su vida, en cambio, si tuvo un principio pero no tendrá fin -.
- Bueno, como sea - se quejó.
- Usted debe elegir. Piense que toda la humanidad aguarda su fin para poder comenzar el juicio final. Todas las almas esperan que la suya se una al resto. Por el contrario, si decide permanecer aquí, sola, su cuerpo no envejecerá y la muerte natural nunca vendrá a buscarla. El único camino será que acabase su vida por decisión propia -.
- Suicidio - aclaró.
- No se apure, tómese su tiempo, el tiempo para usted ya no es mas un problema al fin. Piense bien, viva la vida en absoluta soledad en el mundo, sola sabrá que es lo que le conviene -.
- ¿Quien es usted? - quiso saber.
- Su mente racional nunca comprendería quien soy yo, quizás su espíritu libre si podría entenderlo, pero mientras su espíritu se encuentre apresado en su cuerpo, regulado por las barreras materiales de su cerebro, lo logra comprender ciertos “conceptos” -.
- Trate de explicarse, por favor - se quejó Soledad.
- Bueno, para usted, como esencia individual me podría entender como la eternidad misma, lo infinito. Ese sería yo -.
La mujer lo miró asombrado pero no se atrevió a decirle que no había entendido en absoluto. – El que estuvo mas cerca de la verdad fue Occam. Aquel hombre, con la influencia de Duns Escoto planteó que el ser individual es único, sin mantener relación alguna con otros. Por ende lo universal como concepto finalmente no existe, a pesar de los tantos, desde Platón incluso, que lo sostuvieron. Al final solo vale la razón para el ser, y las distinciones reales de esta, claro esta. Entiende, esencia y existencia son solo dos puntos e vista de la misma realidad -.
- Pues no quiero ofenderlo pero no lo comprendo – se excuso la mujer.
- Dejemos el tema entonces y volvamos a su decisión entonces -.
- ¿ Pero que decisión? – se desesperó Soledad.
- Ya se lo he explicado creo, trate de prestar mas atención. Mire, usted es la última, sólo queda usted, me entiende, imagínese, todos esperando el juicio final allí en el purgatorio, todos esperándola a usted, la ultima. Por otro lado, que le queda aquí en este mundo, el castigo, la eternidad, si, pero la eternidad en soledad. Que bien le queda su nombre hoy – rió al final.
- Por Dios, no se ría – le rogó Soledad.
- Disculpe, es que no se que mas decirle. Se que tiene el arma en el cajón, claro, si ya lo había pensado incluso cuando el resto de la gente aún vivía. Desde que lo dejó su esposo, si, no se sorprenda, yo se muchas cosas de usted, se que solo tiene esta casa, nada mas, nada. Escuche, puede quedarse si lo desea, vivirá de todas maneras, conseguirá de que alimentarse y será perdurable, lo se porque yo también lo soy, no hay manera de que usted encuentre la muerte a menos que usted misma la llame, me entiende -.
- Pero aún no puedo creer que este sola, tan sola, como en mis peores y mas horrorosas pesadillas-.
- Pues créalo muchacha, imagínese -.
- Es que cuesta, es difícil – se echo a llorar desconsolada, como si recién comprendiese el asunto. Era un llanto suave y agudo, como quien descubre algo horrible, algo espantoso que nunca creyó que pasaría.
- De todas maneras – trató de tranquilizarla, - puede que la rodeen espíritus, almas que aún no se han ido, es que no hay tanto lugar allá, imagine, todos juntos de repente. Esto tarde o temprano iba a pasar, todos lo sabían pero así funciona la masa, sabe, las cosas se van de las manos, es que el humano siempre fue un ser demasiado imperfecto, al menos demasiado para este universo – meditó como para sus adentros, como analizando porque sucedieron las cosas de tal manera – Dios se equivocó a mi entender en confiar, en darles y dejarles libertad, incluso en dejarlos a cargo de este universo tan frágil he inconcluso. Estaba claro que mucho no iban a durar, y así fue -.
- No diga esas cosas – le gritó enfadada. Ya no sabía que pensar, solo que finalmente estaba atrapada, no sabía que hacer.
- Escuche, piénselo, tómeselo con calma, yo debo partir. Usted sabrá que hacer -.
- No, no se vaya – suplicó. – Quédese un rato – pidió como una niña que le pide a su padre que no la abandone hasta que se duerma.
- Yo,...mire, disculpe, es que ya he cumplido, esto fue todo, mas no puedo hacer, ojala pudiese pero ya esta, es mi trabajo y lo he cumplido. Tampoco quisiera encariñarme con usted, entienda, sé como terminan estas cosas, ya tengo experiencia -.
Se puso de pie y colgó su chaqueta del brazo. Caminó hasta la puerta y solo volteó para mirar por última vez a la mujer. En sus ojos se notaba la confusión, se podía palpar la confusión de su mente. Pero no fue un impedimento aquel extraño ser, salió por la puerta, cerrándola a sus espaldas. No había llegado a dar veinte pasos cuando escucho una fuerte detonación.
El hombre dio media vuelta y miró la casa, era realmente linda, algo aislada pero linda, con una frente pintado de blanco y las ventanas verdes. Muy linda. Sin dejar de mirar la casa, saco de su bolsillo un teléfono móvil y marcó un número, luego se llevó el aparato a la oreja.
- Ya esta hecho – dijo, - fue mas fácil que vender un seguro. Espero que igual de sencillo sea cobrar lo mío.
- He hecho ya la transferencia a la cuenta que me ha dado – dijeron del otro lado. – Espero que todo salga bien -.
- No se preocupe, la policía sabrá hacer su trabajo, fue un suicidio y esta claro, además ya estaba casi loca, fue fácil. Puede decirle a su amante que ya tienen hogar -.

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