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Kosh

EL PREMIO

Eran las dos y media cuando me llamaron por teléfono diciendo que había ganado el premio. Me puse demasiado contento como para preguntar que era exactamente lo que se supone que había ganado. Del otro lado cortaron antes de que pudiese darme cuenta del error. Al día siguiente me llegó una carta, decía que debía presentarme de traje en el teatro el Viernes a las diecinueve treinta donde me sería entregado el premio. Esa tarde me dedique a intentar recordar que era lo que podía haber ganado.
No era una persona de participar en sorteos, ni comprar la lotería, hace mucho que no competía en un certamen literario y mucho menos hacía deporte... No hubo caso, eran las once de la noche y, desgastada mi mente, no había logrado deducir de que se trataba el premio.
El día siguiente me desperté tarde, ya me había rendido y especulé con que en aquel teatro habría carteles anunciando en que consistía el galardón que me entregaban. A las cinco me puse el traje y me arreglé para mostrarme presentable, no sabía cuanto publico asistiría al gran evento. Tomé el taxi a las diecinueve, como para llegar con tiempo, pero el tráfico decidió que llegaría incluso cinco minutos atrasado. En las puertas del anfiteatro había estacionadas furgonetas con logos de los diferentes canales de aire pintados en sus cabinas, con sus antenas desplegadas y listas para transmitir.
Me bajé del taxi asombrado y, dejándole el cambio, me apresuré a cruzar la puerta principal, donde un vallado me separaba de un gentío que al pasar me gritaba y me pedía autógrafos.
Entré a la sala del auditorio donde ya se encontraba un presentador hablando delante de una cortina de terciopelo roja. Me guió un señor de smoking hasta la primera fila donde tenía reservado un asiento. A mi lado dos elegantes damas me miraban de reojo, como si les sorprendiese mi presencia tan cercana. Miré a mi alrededor nervioso buscando alguna pista sobre la temática del evento pero no encontré nada.
De pronto el presentador dijo: - Y el ganador, es... – sonaron redoblantes y luego, como era de esperar, pronunció mi nombre. Luces de todas las esquinas me iluminaron y los flashes de las cámaras siguieron el recorrido de mis pasos al avanzar hasta el escenario, mientras tanto se oía una cortina de aplausos incesantes que me obligaban a sonreír y saludar al público sin siquiera saber porque lo hacía. El presentador me recibió con una amplia sonrisa y luego de estrecharme la mano me entregó una extraña estatuilla dorada sin sentido. Busqué apresurado alguna placa donde me informase algo pero ya el publico había cesado los aplausos y un retorno en el micrófono me anuncio que debía decir algunas palabras a la gente que aguardaba oírme. Me paré en el estrado y observé un instante, detrás de los focos que me agobiaban, las caras impacientes de una muchedumbre que, por algún motivo, prestaba suma atención a lo que se supone que estaba por decir:
- Ejem...., eh.... – sentí como el sudor recorría mi cuello y una vergonzosa sensación de incomodidad se apoderaba de mi mente, aflojando mis piernas y oprimiendo mi garganta. – Bueno.... – volví a intentar, - quisiera agradecer a todos por este.... – arranque improvisando y con miedo - ... por este... – busqué en mi inconciente por última vez alguna pista pero definitivamente no había nada, por fin continué: - por este reconocimiento a mi..., ¿esfuerzo? – el público se mantenía en un silencio que tensionaba mis músculos y dificultaba mis palabras. Por fin logré cerrar el improvisado discurso diciendo: - quiero agradecerle a todos por la confianza que me dieron y quiero dedicarle este premio a toda la gente que me apoyo, - ya un poco mas emocionado y hasta disfrutando del momento concluí: - ¡gracias!...,¡gracias a todos ustedes! – y levantando el trofeo, o el premio, o lo que fuera, me bajé del estrado mientras una nube de aplausos y silbidos llegó a mis oídos para despedirme.
Salí del escenario saludando y apenas logrando contener las lágrimas mientras, en la escalera, una joven me arrimó un ramo de rosas.
Luego de esto entregaron un par de premios más y la recepción concluyó. Preferí no quedarme al cóctel pues no sabía que iba a responder si me hacían preguntas por lo que, luego de excusarme amablemente, me retiré.
De esto ya han transcurrido dos años, allí esta el premio sobre mi mesa de luz. Cada mañana, al despertar, lo observo un instante y me hago la misma pregunta, la que todavía no pude responder: cuando me daran otro premio.

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