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PASAJE DEL OLVIDO

Era un pasaje angosto, que comenzaba a mitad de la calle y se insertaba entre dos edificios, llegando hasta la calle paralela siguiente. Solo existían dos paredes, no había ni entradas de comercios ni nada en aquel tramo de cemento. Algunos depósitos de residuos y un par de escaleras de emergencia eran el único adorno que rompía la monótona decoración de cemento ennegrecido por el hollín. Su misterio radicaba en que, cada vez que algún peatón decidía atravesarlo, inevitablemente éste olvidaba hacia donde se dirigía. La mayoría debían volver sobre sus pasos, o retirarse a sus hogares, o quizás mirar sus agendas o alguna dirección anotada en algún papel que les daba las pistas para volver a recordar sus destinos. Nadie comprendía el fenómeno pero éste sabía pasar desapercibido y, de esta manera, nadie tampoco se preocupaba en resolverlo.
Se cuenta que una vez un hombre, justo cuando iba a salir por el otro extremo, recordó que había olvidado una carta que debía llevar al correo y volvió sobre sus pasos. Al salir por donde había entrado, de pronto, comenzó a recordar toda su vida, todo su pasado, todo en un mismo instante. Tanta información junta le hizo perder la razón y vagar sin rumbo el resto de sus días.

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