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LA SOMBRA (II PARTE)

Temió que algún cuervo se hubiese colado por el campanario, ya había ocurrido y a la mañana siguiente había tenido que limpiar sus excrementos. No eran muy comunes ese tipo de pájaros salvo en épocas de cosecha y exactamente esa semana comenzaba dicha época.
Tomó el candelabro y con cuidado para no apagar las velas, abrió la puerta y atravesó el pasillo que lo condujo a una de las entradas laterales de la iglesia de Santa María dels Turers. Observó al ingresar la estructura de la iglesia. El interior del recinto se encontraba, al menos en apariencia, desierto y bajo la más completa calma. Avanzó por la nave escuchando el sonido de sus propios pasos, perdiéndose en la altura. El candelabro que llevaba era de plata y su brillo relucía con el reflejo de las cuatro velas a medio consumir que cargaba y se esforzaba por ir quebrando la oscuridad. Las sombras temblaban con el movimiento de las velas al avanzar, creando una atmósfera de figuras danzantes con formas cambiantes y lúgubres. Se acercó hasta el altar desde donde observó la nave, todo parecía en calma, no había nadie, o eso es lo que creía. Su mirada se detuvo en el antiguo coro, la madera desgastada le recordó su época de monaguillo, cuando se sentaba en uno de aquellos bancos para entonar dulces cantos religiosos. Entonces sintió como si el aire a sus espaldas se moviese, se giró instintivamente pero encontró solo la grata imagen del Cristo de Banyoles. No pudo evitar contemplar brevemente la magnifica talla enyesada de nogal. Juan sabía de arte y encontraba en el contorno de la figura la transición del románico al gótico, en uno de esos contornos que observaba fue que percibió, en el fondo, una sombra que se movía. Colocando el candelabro al frente esforzó su mirada para descifrar si aquel contorno había sido producto del juego que emitían las velas con los objetos o si era algo ajeno que se había desplazado por su cuenta. Apoyó el candelabro sobre el altar y dio algunos pasos hacia el cristo pero no vio mas que las paredes de piedra del ábside. Sintió por segunda vez, sobre el contorno de su margen de visión del ojo izquierdo, algo que se movía.

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