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LA SOMBRA (XIV PARTE)

El azul del cielo se había oscurecido y se veían las primeras estrellas asomar sobre el firmamento. Albert avanzó unos metros entre la maleza en busca del sendero y dejando la caverna tras él cuando de pronto se detuvo. Un buen sacerdote, de aquellos que se pasan horas rezando en silencio, aprende a sentir las presencias. Cuando era el párroco de la iglesia de Vallirana, muchos años atrás, podía estar rezando hacia el altar, de espaldas a la nave, que si alguien entraba, no importaba si lo hacía en el mayor de los silencios, él sentía la presencia. Esa misma sensación fue la que atravesó su mente y por la cuál se puso súbitamente en guardia. Decidió ocultarse en la penumbra, detrás de unos abetos bajos y espesos alrededor de sus troncos. Se mantuvo allí, sin mover un músculo e incluso respirando por la boca para no hacer el menor sonido. Pasaron varios minutos, un cuarto de hora tal vez, cuando vio sobre su derecha, en un claro, algo que se movía entre las sombras. Fue apenas un instante, luego no sucedió nada más y pasó un rato hasta que volvió a ver algo, esta vez mucho más cerca, apenas unos metros delante de él. Vio cómo de las sombras que proyectaban las ramas de un pino se engendraba una figura. Las ramas proyectadas se unían hasta formar un cuerpo que luego se arrastraba, absorbiendo las sombras de los objetos cercanos para mantener una relativa consistencia. Albert no intentó escapar y trató de mantener la calma. Mucho tiempo atrás había encomendado su alma al señor y confiaba en que él sabría ayudarlo y, en caso de que fuese su fin sería la voluntad de Dios y estaría preparado para rendir cuentas a su lado. Rezó en silencio mientras la mancha que alcanzaba por momentos un contorno humano se detenía, como si de pronto algo la hubiese alertado. Pareció buscar alguna presencia cercana, giró, quedando de frente al lugar donde se escondía Albert, permaneció así, buscando tal vez algún rastro, movimiento o lo que fuese que le dijera que allí se ocultaba alguien. Fueron unos segundos de tensión en los que el sacerdote luchó por mantener la calma, pero finalmente el maligno ser volvió a girar y prosiguió su camino hacia la caverna, sumergiéndose en su interior.

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