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Kosh

LA CASA DE LOS ESPEJOS (2º parte)

Esa noche durmieron tranquilos y sin preocuparse en más que disfrutar la nueva casa. A la mañana siguiente el hombre se fue temprano al trabajo mientras su mujer se tomó un largo rato en el vestidor. Allí encontró al segundo espejo de la casa. Este, en el marco, tenía tallado el nombre de “espejo de los deseos”. El día era estupendo y la casa nueva lucía de maravilla. Se le ocurrió, merced al nombre, pedir inconscientemente un deseo, pidió que viviesen para siempre en aquella hermosa casa. El espejo cambio de color por un momento, nublando su propio reflejo. Luego volvió a devolver las imágenes de su alrededor. La mujer permaneció aquel día limpiando el polvo, ordenando los muebles y acomodando los libros en la biblioteca.
El marido llegó temprano del trabajo, todavía no había oscurecido. Cuando le preguntó la causa simplemente respondió que sintió deseos de volver a la casa. Aquella tarde la pasaron en el salón, donde había un tercer espejo. El hombre se había ido a la biblioteca, donde leía un libro en un confortable sillón, mientras la mujer limpiaba la sala, entonces se acercó al espejo para leer que en el marco decía: “el espejo de las puertas”. Le pareció raro el nombre, y al mirar de reojo al vidrio se vio reflejada en él, pero también vio a su espalda, sobre la pared de la sala, lo que parecía ser una puerta. Sin embargo, según lo que recordaba, nunca antes había estado allí. Se giró para comprobarlo y, efectivamente, vio que había una puerta. Era de madera, normal. Se acercó a ella y la abrió para encontrarse una sala que parecía una oficina. Decidió entrar, la puerta se cerró a sus espaldas. Frente a ella había un escritorio en donde pudo ver una foto de ella y de su marido. Estaban abrazados a orillas de una hermosa playa. Entonces notó que había una puerta pequeña a un lado, que daba a lo que parecía un archivador desde donde oyó voces y risas. Se asomó con cautela, para encontrarse a su marido besándose con una mujer que parecía ser una secretaria. De inmediato se giró, volvió a la puerta por donde había entrado y volvió al salón. Caminó a la biblioteca y se encontró a su marido, que continuaba leyendo el mismo libro, y que ni siquiera se distrajo al verla entrar. - ¿qué ocurre? – preguntó marcando la página antes de entornar el libro.
- ¡Tu! – le gritó. – ¡Te he visto! – dijo entre lagrimas.
- No comprendo – se preocupó.
- Estabas besando a tu secretaria – explotó en palabras.
La expresión de desconcierto invadió al hombre mientras balbuceo una respuesta agrietada: - ¿Cuando?.
- ¡Recién!, en la otra sala – especificó la mujer, incluso comprendiendo que lo que decía era imposible.
- Allí – aclaró, señalando una pared sin mirarla.
- ¿Dónde? – pidió saber el esposo aún desconcertado.
Entonces la mujer se giró, para descubrir que donde un rato antes había visto un puerta, por la que había incluso entrado, ahora solo veía una pared color crema con un cuadro que representaba una escena de la batalla de Waterloo.
Entonces la mujer volvió a reflexionar, perdida en pensamientos incompatibles, -...yo, juro..., había una puerta allí.
- ¿Donde?.
- Allí – señalo la mujer sin í – señalo la mujer sabiéndose imposible. Pero luego volvió a arremeter: - da igual, tu estabas con una secretaria, ¡lo vi!.
- Escucha cariño, no se de donde has sacado esa historia, pero no es verdad. Lo habrás soñado, te habrás dormido.
La mujer sabía que no había ningún sueño, pero decidió pensar que pudo haberlo sido, y así dar por cerrado el tema, pidiendo disculpas y aceptando la posibilidad del sueño.
Esa noche durmieron mal, oyendo voces que creían que formaban parte de sus sueños, aunque no podían asegurarlo. Se despertaron cansados, el hombre se vistió y fue en busca de la puerta de salida. Sin embargo esta ya no estaba.
- Cariño, la puerta, no estaba aquí – remarcó señalando el espacio.
- Supongo que no – razonó la mujer.
- Da igual - dijo, y caminó hacia la puerta de la cocina, pero tampoco la encontró.
- No hay puertas – concluyó alarmado.
- Sal por la ventana – dijo la mujer sin prestar atención más que a la mermelada que trataba de acomodar en la tostada.
El hombre buscó una ventana y trató de abrirla pero sin éxito.
- Está trabada – se quejó, - ¡quieres ayudarme!.
La esposa se puso de pie y fue hacia la ventana para tratar de abrirla.
- ¡Has visto!, ¡no hay manera! – se desesperó.
- Rompe el vidrió – aconsejó la mujer.
- Tomaron entre los dos una silla y la arrojaron hacia el vidrio, sin embargo ésta rebotó, como si fuese un cristal blindado.
- No saldremos jamás de esta casa – maldijo el esposo.
Entonces le vino a la mente su deseo, el que había pedido, de no dejar nunca aquella casa. Estaba claro que el espejo lo había cumplido al pie de la letra.

1 comentario

Anónimo -

típica escena costumbrista del hombre leyendo un libro y la mujer limpiando el polvo :(