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EL CUADRO QUE MIRABA POR LOS OJOS (IV PARTE)

A la mañana siguiente, al atravesar el pasillo me pareció que la pintura no era la misma, apenas se podía percibir un cambio, si es que en realidad éste existía. Sucedía que la expresión del severo rostro del retratado aquel día parecía diferente, como apesadumbrada, triste. Se me ocurrió investigar, a partir del nombre del cuadro: “El Conde de Bilesta”, si realmente la persona dibujada existía. Mi investigación tuvo éxito, aquel conde había vivido en Francia a fines del siglo XIX, pero la sorpresa me invadió cuando noté que ese día se cumplían exactamente cien años de su muerte. ¿Podía ésta ser la razón de su cambio de expresión?.
Pero de inmediato razoné mi ingenua pregunta: ¿cómo una pintura va a modificar por sí sola su expresión?. Leí un poco más sobre su vida: aparentemente habría formado parte de una logia secreta (era muy común pertenecer a una de éstas en la Francia del XIX) que realizaba extraños rituales en los bosques que lindaban su mansión. La logia era conocida con el nombre de “Découvreurs” pero no logré encontrar información sobre ésta. Leí que la muerte del conde nunca había podido esclarecerse, pero que se creía que habría sucedido en medio de unos de aquellos extraños rituales, de forma misteriosa.

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