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Kosh

EL CUADRO QUE MIRABA POR LOS OJOS (V PARTE)

Aquel hallazgo fue suficiente para tomar la decisión de tirar la pintura. Sin perder tiempo la quité de la pared del pasillo y la bajé a la calle, abandonándola frente a un contenedor de basura.
Cuando volví del trabajo mire aliviado el pasillo, la pintura ya no estaba y nunca volvería, o eso era lo que creía...
Sonó el timbre. No esperaba visitas por lo que pensé que se trataría de algún vendedor o el cartero.
-Diga- pregunté sin abrir.
- Mi nombre es Alphonse de Vinour- se presentó en un español afrancesado. –Quisiera hablar con usted unos minutos si fuera posible.
Su exagerada amabilidad me convenció, aún pensando que pretendería venderme una enciclopedia de varios tomos o hacerme partícipe en algún club de vinos, pero al abrir la puerta me encontré con que a su lado descansaba una pintura conocida.
-Le agradezco- dijo antes de pasar al salón con el cuadro.
-Eso es mi pintura- me salió decir.
-Exactamente- afirmó el hombre mientras se sentaba en el sillón como si fuera un huésped que estaba esperando. -Póngase cómodo –pensé mientras lo hacía.
–Usted la ha dejado fuera –emitió el hombre entonces, como si hubiese cometido un horrible crimen.
-Si, es que... -dije buscando una excusa que, quién sabe porqué, intentaba crear para justificarme frente a un desconocido, –no quedaba bien, es demasiado... antigua para el salón.
La mirada de aquella persona era extraña, algo siniestra, rodeada por unas ennegrecidas ojeras que contrastaban con un rostro pálido, decrépito. Usaba un sombrero negro, como su traje, que le daba el horrible aspecto de un empleado funerario.
-Nunca... y digo nunca, debe tirar una obra de arte –respondió tajante, seguro de que lo que decía era tan importante como una ley universal.
Tarde en reaccionar, pero por fin pregunté: -¿cree que esa pintura pueda valer algo?.
-Nunca se sabe, quizás hoy no, pero nunca se sabe...
-Mire, déjemela y la guardaré –concluí cansado, sabiendo que la discusión no tenía sentido, aunque menos sentido tenía decirle que la había tirado porque cuando pasaba por el pasillo el Conde me seguía con la mirada.
El hombre se fue satisfecho, saludando antes de desaparecer por la oscuridad de la escalera.
Cerré la puerta y me quede apoyado de espaldas a ella, como buscando en mi mente algo que se me había pasado por alto. Ese nombre... Alphonse de Vinour... sabía que lo había oído alguna vez.
O leído...
Volví a la habitación como una ráfaga de viento para leer nuevamente los datos que tenía sobre el óleo. ¡Allí estaba!.
Autor de la obra: Alphonse de Vineour, pintor francés (1859-1908).
Busqué la pintura para leer lo que creía había visto: en un rincón de la tela, en la parte inferior derecha firmaba claramente: Vineour.

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