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Kosh

LECTOR DE MOVIMIENTOS

Las cámaras no eran suficientes, había en cada esquina y en cada banco, pero la tecnología había avanzado y ahora los crimenales usaban unas excelentes máscaras que impedían ser reconocidos. Las empresas de seguridad buscaron nuevas ideas y las encontraron con un joven ingeniero que, a partir de los movimientos de un cuerpo humano, podía detectar las intenciones del individuo. Era como leer su mente, como anticiparse. Le pagaron una importante suma para invertir en aquel extraño proyecto, confiaban en aquel científico, era realmente inteligente y capaz. Sus primeras pruebas las realizó en su laboratorio, al principio con animales y luego con voluntarios. Comenzaba a funcionar, podía detectar, de acuerdo a las actitudes, los pensamientos que atravesaban por sus mentes y, sobretodo, las acciones que pensaban realizar. El científico trabajaba día y noche, sin descanso, en su proyecto. Apenas si comía y si iba a su casa a dormir o a ducharse. Todo iba bien, el aparato ya casi estaba listo, solo faltaban algunas pruebas y calibrarlo, cuando el joven, realizó la última prueba, debía hacerlo con alguien que no supiese que estaba siendo investigado. Esa tarde lo visitó al laboratorio su esposa, aprovechó la ocasión y siguió sus movimientos con la máquina. A la mañana siguiente la policía encontró el cuerpo de la mujer con veinte puñaladas, el aparato destruído al igual que los planos y todos los registros, y al jóven ahorcado en su oficina.

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