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Kosh

IMAGINOTECA

No conocía el barrio, y entré pensando que era un librería. Por dentro era un largo pasillo con un mostrador al final. Las paredes estaban cubiertas de estantes con pequeños frascos vacíos.
-¿Venden frascos? – le pregunte a un hombre que parecía estar acomodándolos.
- No – me respondió - vendemos imaginaciones.
Creí haberle oído mal por lo que le pedí que me lo repitiera.
- ¿ Le interesa alguna? – me ofreció - están en rebaja.
- Yo... no se...
- ¿Tiene hijos usted? – me preguntó.
- No... aún.
- Entonces mire, aquí tiene una que puede interesarle – dijo mostrándome un frasco verde. –Sirve para imaginarse el momento en que nazca su primer hijo.
- muy interesante – comenté sin creer en lo que decía.
- ¿ Quiere una muestra? – pareció desafiarme.
Acepté.
El hombre abrió el frasco y lo acercó a mí. – Respire – indicó.
Al principio no sentí nada pero al cabo de unos segundos me sentó obligado a cerrar los ojos, entonces comencé a experimentar una visión increíble: me encontraba en una sala de espera, en un hospital, de pronto una puerta doble se abría y salía un médico que se me acercaba.
- Lo felicito, es usted el padre de un niño – dijo estrechándome la mano.
No entendí bien porqué, pero sentí una emoción muy extraña, algo que nunca antes había experimentado.
En ese momento abrí los ojos y oí la pregunta: - ¿ que le ha parecido?.
- Funciona – dije aún emocionado.
- Claro, y solo le cuesta 35 euros, pero además tiene otras cientos de imaginaciones – enfatizó como buen vendedor mostrando con su brazo estirado la interminable fila de estantes - estamos con mucho stock estos días – completó.
En ese instante recordé que no tenía efectivo. Abrí mi billetera para confirmarlo.
- Acepta tarjetas.
- Hoy no, se ha estropeado el chisme.
- Aguarde que voy por dinero, voy a buscar dinero – lo interrumpí.
- De acuerdo – dijo desconfiando que volvería – pero llévese este frasco al menos, de muestra – me dijo, quizás por no creer que volvería. Era un frasco azul con una etiqueta que no me di tiempo a leer.
Salí a toda prisa en busca de un cajero. Siempre que uno necesita uno de ellos es como si desaparecieran. Al fin encontré uno pero estaba fuera de servicio, seguí buscando entre las callejuelas hasta dar con uno. Extraje todo lo que me permitió la cuenta y volví corriendo en busca de la tienda, pero en su lugar encontré una simple librería, o al menos eso decía el cartel.
Entré de todas maneras.
- Usted... una vez más...¿que desea? – me recibió el mismo hombre de la imaginoteca, pero esta vez con un tono diferente, como si fuese una molestia.
- ¿Esto no es un lugar donde venden imaginación? – pregunte desconcertado observando los libros a mi alrededor.
- Pues no, sin embargo usted parece no entenderlo, es que ya estuvo aquí, es más, viene aquí cada día a esta hora a preguntar lo mismo, y le digo una vez más que la imaginoteca esa que busca no existe, ni existió, ni existirá, solo es una imaginación suya, la única que es real – concluyó señalando mi mano.
Tenía en ella un frasco azul abierto que decía en la etiqueta: -imaginoteca.

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