HABLANDO EN EL BAR
Se sentó en la barra del bar, era tarde y solo le quedaba humor para un whisky antes de volver a casa. El barman se dedicaba a limpiar copas y sólo se detuvo ante su interrupción. Le sirvió el whisky y continuó en lo suyo. El bar estaba desierto, salvo por otro hombre sentado también en la barra a su derecha. Lo miró como quién mira el decorado y pensó fugazmente que se trataría de otro oficinista como él, acostumbrado a la combatir la rutina con un trago cada tanto, aunque al ver como vestía le dio más por pensar que se trataría de un vagabundo que había juntado lo suficiente para gastarlo en alcohol.
Bebió un poco, disfrutando el líquido y el frío de los hielos, entonces el hombre se dirigió a él y, como suele suceder en la barra de los bares, sin siquiera presentarse le contó su historia.
En las barras se suelen oír problemas de amores, o de trabajo pero esa vez no fue así. Le dijo que era chaman, es decir que podía ver y hablar con espíritus. Pero a él solo se le ocurrieron una pila de chistes y comentarios sobre el tema que prefirió no comentar para no comenzar una inútil discusión sobre la realidad y la fantasía, solo se remitió a responderle y opinar con generalidades y vagos comentarios. Hablaron unos cinco o diez minutos, hasta que terminó la bebida, pagó y se fue, dejando al chaman solo en la barra.
Una vez fuera el barman, que ya había terminado de ordenar las últimas copas, apagó las luces y se fue, ya que no quedaba nadie más en el bar, es que hacía mucho que era barman y ya no se sorprendía de ver gente hablando sola en su bar.
Bebió un poco, disfrutando el líquido y el frío de los hielos, entonces el hombre se dirigió a él y, como suele suceder en la barra de los bares, sin siquiera presentarse le contó su historia.
En las barras se suelen oír problemas de amores, o de trabajo pero esa vez no fue así. Le dijo que era chaman, es decir que podía ver y hablar con espíritus. Pero a él solo se le ocurrieron una pila de chistes y comentarios sobre el tema que prefirió no comentar para no comenzar una inútil discusión sobre la realidad y la fantasía, solo se remitió a responderle y opinar con generalidades y vagos comentarios. Hablaron unos cinco o diez minutos, hasta que terminó la bebida, pagó y se fue, dejando al chaman solo en la barra.
Una vez fuera el barman, que ya había terminado de ordenar las últimas copas, apagó las luces y se fue, ya que no quedaba nadie más en el bar, es que hacía mucho que era barman y ya no se sorprendía de ver gente hablando sola en su bar.
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