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Kosh

DESDE LA SAVIA

Durante sesenta y tres años miré hacia el mismo lugar, siempre con la calma y con la tranquilidad que mi reino me brinda, siempre con el desinterés de una sustancia que me permite comprender mi esencia, que me deja ser parte de su perfección, tan estrechamente que ni siquiera necesito alma, pues ese instrumento es para quiénes deben jugarse un lugar que yo ya he ganado desde la semilla. He visto sin ojos el mismo paisaje tantas veces que ya conozco cada detalle, cada cambio que se superpone en este mundo donde todo es parte de ese matiz. He visto la nieve, blanca y brillante, cubriendo el bosque, he visto el sol desplegando sus alas ardientes, la lluvia caer como gotas de plomo en una tierra áspera y cambiándole el color, el viento susurrando voces en el olvido de la soledad.
Hoy veo el final de mi inmóvil camino, hoy veo un brillo diferente, que arde en una fusión de anaranjados y amarillos, veo las llamas acercándose a mí, rodeando mi corteza, alcanzando mis ramas, bailando la danza de mi final.

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