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LAS LECCIONES DE ECKHART

¿Cuando uno pisa una rama sin querer la culpa es del que la pisó o de la rama que se puso ahí?. Es una pregunta que tiene el mismo sentido que las que se plantea quién quiere hablar del alma humana y de Dios. Las fronteras de la teología cristiana lindan contra cientos de movimientos, otras religiones y sectas, ciencias, sociedad y realidades diarias, y en muchos casos el camino correcto lo domina la razón teológica o, “el camino menos oscuro en la oscuridad” (ya que cuando se supera la barrera científica las probabilidades y estadísticas son las que nos encaminan por la verdad absoluta en la oscuridad).
Por tanto lo mismo da decir “si yo no existiera Dios no sería” para explicar que si uno es parte de Dios y un UNO es inseparable, entonces existe todo o nada, que decir que no tenemos cabida fuera de un Dios que no entendemos porque, nos da la libertad de ser libres, perdiendo incluso la posibilidad de comprenderlo debido a la propia libertad.
Luego es bueno el ejemplo de la ola y el mar, pero confuso: es cierto que si el mar no existe no existe la ola, pero si la ola no existe, ¿por qué no puede existir mar?. ¿No se puede separar de la ola?. Así podemos transitar el mismo repetitivo camino de muchas de estas corrientes, que no solo son corteza sino que se repiten siempre del mismo árbol. Dinant ya lo habló cuando identificó a Dios con el substrato material de todas las cosas, por las cuáles todo (incluso nosotros) somos la materia prima de Dios, luego Benito Espinoza, no repitió pero miró lo mismo desde otro ángulo, con su Phycis infinita, y también las negaciones de las negaciones de Hegel, y otros tantos que me llevarían mucho nombrar y explicar sus “miradas de los mismo”.
La frontera que estamos lindando en este caso es una de las más extensas, el panteísmo, (razón por la cuál Juan XXII condenara sus doctrinas, cosa comprensible). Si el alma es idéntica a Dios es parte de éste, sin posibilidad de ser por sí misma.
Todo movimiento místico resulta un delicioso manjar para quienes buscan alternativas originales y “modernas”. Por tanto era de esperar, utilizando tan bella palabra como es lo “místico”, que desencadenara una serie de movimientos mal concebidos pero para gente que ama las nuevas tierras pero que no cava en ella para ver sobre que están asentadas, y si son un pantano, al menos son “modernas”. Enomiya Lassalle y su discípulo Willigis Jäger parecen sumarse a la moda buscando, entre los agujeros más tapiados del Concilio Vaticano II, fabricar una ventana que abra el camino hacia el ZEN y otras auspiciosas estructuras que dejan claro que todo estos movimientos son bonitos y sanos, criticando a las verdades que se fundaron hace de dos mil años y que se estudiaron por millones en cada uno de esos años, justamente por ser antiguas (y machacando lo que es fácil y sencillo de utilizar: Galileo y la tierra redonda, los descubrimientos científicos, Darwin y demás humanidades que no hacen a la esencia ni explican nada ni responden ninguna pregunta teológica). Luego hablan de usar la “energía cósmica”, de “experiencia religiosa”, de “psiquis” y demás conceptos sin entrañas pero con lindos mensajes pintados en las cáscaras (y creo que, en este aspecto, el problema más profundo es la separación del bien y el mal, pero eso es remitirse a otros temas).
El camino no es convencer a nadie, los que viven bajo el techo sostenido por columnas de aquellos preceptos tan sencillos como débiles tendrán la suerte de sobrevivir sin que se les venga nada encima, luego habrá quiénes indagaran si realmente las columnas soportan el peso y, por último quienes sufran algún movimiento sísmico que les derrumbe toda la estructura, y deberán volver a construir, quién sabe, aprendiendo la lección.

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