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Kosh

AUTOS

Si, venía por la ruta, como a doscientos, cuando me hizo señas de luces el convertible del profesor. ¿Qué podía hacer?, me moví dejándole paso. Pero en ese momento el Espantomóvil me pasó por el otro lado. Suelo odiar que me pasen por la derecha, pero no sabía si sería conveniente enfrentarme al dragón que me observaba por el altillo. Eso sí, no dejaría que nadie más me pasara.
Eso pensaba, claro, pero en ese momento vi al super Ferrari a un lado del camino y me temí lo peor. Al instante divisé en el medio de la ruta un cartucho rojo de dinamita y detrás de un árbol a una figura que parecía un maquinista de los primeros trenes, que se disponía a detonarlo con una especie de palanca de pie. Sin otra opción por la velocidad con la que venía, cerré los ojos y me dispuse a pasar de todas formas. Pero la carga explosiva nunca estalló. Volví a abrir los ojos para ver por el espejo retrovisor como el malévolo se aproximaba a la dinamita maldiciendo y como en ese instante la carga detonaba. A lo lejos oí una risita extraña.
Pasó un instante y debí esquivar al Itinerino que se veía completamente desarmado mientras su tripulante intentado juntar las partes. No tardó en pasarme el troncomóvil y el Alambique veloz. La pandilla aún estaba detrás de mí. En ese momento vi a un lado del camino a un horrible auto rosa con una sombrilla. Era el número cinco. Clavé los frenos para ayudar a la bella mujer que tenía problemas con su motor. Ese fue el final de mi carrera.

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