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EL SUFRIMIENTO FISICO

El dolor físico es algo que se debe aceptar y que se debe soportar, la justificación podría ser tan sencilla como que sino Dios mismo no permitiría su existencia. El problema es que para comprender verdaderamente estas palabras hay que haber recorrido previamente un largo camino de conocimiento, reflexión y meditación previa que mucha gente no tiene la intención, la voluntad o la inteligencia suficiente como para realizar. Por tanto, si leen la frase por sí sola es de entender que se manifiesten escépticos, hablen de que “Dios” o que “la religión” en general no tiene que ver con esto y desconecten toda validez para trasladarlo a un plano simplista donde solo se ponen en la balanza ecuaciones lógicas y básicas del estilo: sufrimiento = "malo", muerte = "mala pero detiene sufrimiento --> muerte = "buena". Ese tipo de razonamiento infantil es el que se adapta con mayor eficacia a las conductas de masa, desarrollando con superficialidad una respuesta acorde con el poder de análisis de esa masa. Lamentablemente es un problema de difícil solución porque este comportamiento de las masas siempre fue y será así ya que es acorde a las leyes de comportamiento de estas mismas.
Como sea, el camino que se debería recorrer con el pensamiento dejaría en su andar una serie de premisas que luego se van utilizando en los pensamientos contiguos y así se van construyendo cimientos sólidos sobre los cuáles se puede llegar a proceder con un análisis correcto. En cambio, del otro lado están quienes desde el aire y sin ninguna base edificada ejercitan razonamientos aislados y llegan a conclusiones que piensan firmes y se convencen de que han logrado algo cuando en realidad tan solo han jugado, en un rato, sin profundidad, y con esa herramienta definida como "reflexión", para fabricar castillos de arena.
Sufrir es necesario como lo es la alegría, la felicidad, la tristeza y el obrar libremente para el bien o para el mal. Si la mirada se colocara sobre el verdadero objetivo de la vida y no sobre parámetros terrenales y fugases se podría ver con claridad la esencia del dolor físico y lejana relación con el dolor interior. Éste último no tendría razón de existir sin la concreta existencia de Dios, pues si se lo atribuye, por ejemplo, al instinto, y se da un paso más, se revela que el fin, efectivamente, podría ser un instinto, y ese instinto puede tener a su vez otro fin, pero allí se cortaría la cadena lógica pues el fin del fin de ese instinto queda desprovisto de otro fin. (*)
El sufrimiento forma parte de la vida misma, al igual que hay que tratar de vivir y sobrevivir. El instinto de supervivencia sí tiene un fin, pero no es el que a simple vista se menciona, pues, como antes dije, el fin de este mismo instinto a su vez debe tener otro fin.
Puede que, los que no lleguen ni siquiera al nivel de Dios, estén muy atrás, pero aún los que logran comprender su existencia, si piensan luego que el objetivo de la vida es la unión final con él siguen a mitad del camino. De ser cierto esto (que el objetivo de la vida es Dios), sería lógico y comprensible desear morir a toda costa para unirnos lo más pronto posible con él. Por ejemplo, los niños que son abortados por sus padres deberían estar más que agradecidas pues los han enviado directo al paraíso sin ninguna tentación incluso de pecado, y sin tener que “sufrir” la vida, ¡Que más podría pedir un creyente!. Pero no es tan fácil, la vida tiene el objetivo de ser vivida, cada alma pensada por Dios tiene una función que cumplir, que incluye su propia vida misma y que debe, necesariamente, formar parte del mismo proyecto. “Dios nos saca a la cancha para que juguemos el mejor de nuestros partidos, para que demostremos cuanto valemos, que tan nobles”, oí una vez que decía un gran hombre. Y cuando estamos en el juego, el problema será como nos arreglamos para manejar esta libertad y este conflictivo libre albedrío con el que fuimos galardonados. Y para ello, para cumplir nuestro objetivo en esta vida, es que debemos y queremos vivir, por ello intentamos salir adelante y de ahí parte el verdadero instinto de supervivencia, y no por el simple hecho de sobrevivir sin más.
Y si damos la vida por los demás no necesariamente es para librarnos del compromiso sino para darle la oportunidad al que mereció nuestro sacrificio para que éste cumpla su objetivo, y entonces el objetivo de la vida del sacrificado cobrará sentido por haber tenido un noble fin. Y dar vida, es decir tener un hijo es también abrir y cumplir con un objetivo, y ser un mensajero y tratar de comprender los misterios es también un objetivo.
Hay muchos objetivos y muchos fines, y a todos estos podemos optar, o también podemos optar por no realizarlos y dedicarnos a vivir para nuestros objetivos temporales terrestres, vivir para nuestro beneficio propio a corto plazo. La supervivencia como único objetivo es de por sí una forma de evadirse, pues solo es ganar tiempo, un concepto ridículo para Dios y para nosotros mismos también, ya que, al menos. comprendemos que la vida es una ráfaga fugaz o algo largo, de acuerdo tan solo a las escalas con las que la midamos (para un milenio una vida es corta y para un año una vida es larga).
Desde el mismo momento en que nacemos comenzamos a sufrir, como también comenzamos a vivir para nuestro objetivo. La vida es un conjunto escalado de alegrías, tristezas, logros, felicidad, y dolor, desde el primer latido de nuestro corazón ya estamos muriendo, envejeciendo, sufriendo, padeciendo, pero lo importante es que lo hagamos por un objetivo noble, Dios no nos dio la vida para hacernos sufrir sino para que sepamos disfrutarla y sepamos hacer con ella una obra de virtud, y todos estos nobles objetivos traen consigo alegrías y logros que nos hacen crecer como personas.

(*) Ejemplo (del artículo “EL INSTINTO”): alguien puede decir que el hombre se alimenta porque su instinto se lo ordena, el fin de alimentarse es vivir y no morirse de hambre, ¿pero el fin de vivir cuál es?, ¿la supervivencia de la especie por ejemplo?, pues si nadie se alimenta y todos se mueren la especie desaparece. Ahora, ¿para que es necesario que sobreviva la especia?, ¿cuál es el fin?, sin el concepto de Dios el universo seguiría su rumbo tal cuál, sin el hombre en la tierra y nadie se enteraría y todo daría igual, entonces, realmente, ¿para que tenemos ese instinto?.
El fin de la supervivencia no tiene un sentido y, moviéndose hacia atrás, sin la existencia de Dios tampoco tendría sentido alimentarse, y sin embargo lo hacemos...
Algunas teorías panteístas intentan resolver este dilema remitiéndose a la “energía del universo” pero es tan solo un paso intermedio, porque luego comienzan las preguntas (si no se detienen en ese vago concepto que no explica nada) ¿y esa energía porque está?, ¿quién la creo?, ¿quién definió los parámetros de su comportamiento?, ¿cómo justifica el instinto?, ¿por qué entonces tenemos la posibilidad de creer en un Dios?...

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